¿Qué persona trabajadora tiene tiempo suficiente para dedicar, ya no a su familiar dependiente sino a sí misma?

rojoynegro280.qxdEsta es una reflexión que me hago continuamente. No tenemos tiempo para nosotras. No tenemos tiempo para  nuestras hijas e hijos. Y si lo tenemos, es a costa de sacrificar otros temas, como podría ser la militancia en distintas organizaciones o estudiar o hacer yoga…

¿Realmente es ésta la vida que queremos? Ya sabemos el discurso feminista sobre los cuidados: sobre el trabajo invisibilizado de las mujeres se sustentan tanto el capitalismo como el patriarcado.

Si nosotras no hiciésemos ese trabajo, ¿qué pasaría? Y ya no sólo el trabajo puro y duro: lavar, planchar, limpiar, cuidar… Las mujeres somos educadas para dar afecto y mantener unida la familia. Sólo nosotras sabemos lo que cuesta, después de una jornada, en el mejor de los casos, completa y bien pagada, llegar a casa y poner la lavadora, terminar de preparar comida o cena, mirar los deberes y ser cariñosas con todo bicho que haya en casa.

Si no somos capaces de hacer esto, nos sentimos mal. Y en el peor de los casos, optaremos por seguir manteniendo  unida la familia, sacrificando nuestro trabajo porque no damos más de sí. Eso, si tenemos la suerte de tener una  pareja con trabajo.

Cuando no es así, hay que aguantar como sea, a costa de nuestra salud, tanto física como emocional. Nuestros compañeros, en la mayoría de los casos, ni tan siquiera son conscientes de todos estos esfuerzos. Cuando empezamos a quejarnos (después de un tiempo, claro), no entienden que haya que poner la lavadora día sí, día no, que la comida desaparece del frigorífico y el polvo no se va sólo. Y empieza la pelea por hacérselo entender… que en la mayoría de los casos acaba en separación. No hay quien aguante una jornada laboral y luego una batalla diaria…

Claro, que si lo miramos con los ojos de los hombres, su batalla en casa es “aguantarnos” a nosotras… y también  termina siendo insoportable.

¿Y cómo arreglaríamos esto? Muy fácil: con una renta básica para cada persona y jornadas laborales de cuatro horas. O de tres días semanales. ¿Que nos parece imposible? Las empresas no podrían tener esos beneficios. Ni muchas personas, que las hay, podrían ganar tanto dinero ni tener dos o tres trabajos… La educación, ya no sólo en  los centros, sino en la sociedad, tendría que cambiar también y dejar de considerar a las mujeres como objetos que embellecen o pueden ser usados según las necesidades de cada cual…

 

Evolución del empleo de hogar

En la tabla adjunta se puede observar que año tras año aumentan las cotizaciones a la Seguridad Social, pese a que desde el gobierno se empeñen en no normalizar este trabajo. Una reivindicación histórica
de las trabajadoras de hogar es que sea considerado como cualquier  otro empleo, pues a pesar de que en el año 2012 se incluyó en el régimen general de la S. Social, se encuadra en un sistema especial dentro de él: el trabajo doméstico sigue sin tener derecho a paro, sigue contemplando el desestimiento por la parte empleadora y sus bases de cotización son muy bajas.

Esto último hace que, a pesar de haber aumentado el número de cotizaciones, se haya recaudado menos dinero en la Seguridad Social. Buen argumento para un gobierno que esgrime la excusa de que no vale la pena equiparar  erechos, pues a la vista está que económicamente no es rentable.

Además, la inclusión en el régimen general provocó que muchas personas migrantes no pudiesen regularizar su situación laboral al carecer de permiso de residencia, con lo que quedaron más invisibilizadas todavía.

Como estado, seguimos sin ratificar el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo referido al empleo decente para los y las trabajadoras domésticas, creado en junio del 2011 y que sería un paso importante para empezar a regular internacionalmente este trabajo.

La poca política en materia de conciliación de la vida familiar y personal con la laboral, a pesar de sus leyes  (dependencia, igualdad) hace que las mujeres nos veamos obligadas, en muchas ocasiones, a contratar a otras mujeres para poder trabajar y tanto unas como otras, bajo el esquema del patriarcado imperante.

A pesar del enorme avance que supone incluir este trabajo en el régimen general de la Seguridad Social, no esperaron  a que funcionase, ni le dieron el empuje necesario para que tanto las personas empleadoras como las empleadas se concienciaran y empezasen a acceder a él. Poco más de un año después de su inclusión en el régimen general, modificaron la forma de darse de alta, quedando en manos de la trabajadora la responsabilidad de hacerlo si trabaja menos de 60 horas al mes para un mismo empleador.

Teniendo en cuenta que las personas que trabajan menos de 20 horas semanales son un 48% y para el mismo  empleador un 80% (según datos estadísticos de 2012), podemos concluir que esta medida perjudica la lucha contra  el empleo sumergido que tanto daño hace a las trabajadoras de hogar.

La falta de separación entre trabajo doméstico y de cuidados, el no reconocimiento de las trabajadoras migrantes que se ven abocadas a este tipo de trabajo invisible y la falta de medidas reales de conciliación entre la vida laboral y personal, hacen un caldo de cultivo idóneo para la precariedad e invisibilización tanto de este trabajo como de las  personas que lo desarrollan.

En la CGT reivindicamos el reconocimiento del trabajo de hogar y de cuidados como pilares fundamentales de la vida, no sirve de nada trabajar 8 o 9 horas al día sin incluir el mantenimiento de la vida, si luego no tenemos tiempo para disfrutarlo. Tenemos que seguir pidiendo en nuestras tablas de negociación medidas reales de conciliación, flexibilidad de jornadas, reducciones sin costo económico para las personas trabajadoras, derechos de cuidados…

El único que se beneficia de nuestra explotación es el capitalismo. Ésa es nuestra lucha. Isabel Pérez Ortega Datos extraídos de: Guía de derechos de las trabajadoras de hogar. Asociación de trabajadoras de hogar de Valladolid, 2013.

La nueva regulación del sistema especial de empleados de hogar. Ana Isabel García Rodríguez.

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