El 30 de Junio, apareció en las páginas de opinión de El Correo, un artículo titulado » Yo me siento en Canadá», firmado por Mikel Mancisidor, Miembro de Derechos Humanos, Económicos, sociales y culturales de la ONU, en el cual defendía el Acuerdo de comercio e inversión entre la UE y Canadá (CETA) porque este acuerdo es razonablemente bueno para Europa, Canadá y Euskadi, por su tipo de empresa, industria, servicios, por su identidad y por su cultura institucional.
Semejante bobada, solamente se le puede ocurrir a una persona que no tiene ni idea de lo que es el CETA, ya que no entra para nada en los contenidos del tratado. Un tratado de 1.500 páginas acordado por las élites económicas y políticas, que beneficia no a los pueblos, sino a las multinacionales, negociado secretamente. ( Lxs europarlamentarixs tenían restringido el acceso), al contrario de lo que dice Mancisidor: «Las negociaciones en la UE suelen tener más transparencia que la más transparente de las administraciones nacionales»
Según este señor, el CETA es bueno porque Izaskun Bilbao, (europarlamentaria del PNV) lo ha dicho en su block y coincide en los mismos planteamientos. Pero en su block tampoco explica lo bueno que es el CETA, sino que se opuso a que el CETA fuera enviado a la Corte Europea de Justicia para comprobar si sus contenidos se atienen a los contenidos del tratado de funcionamiento de la Unión Europea, lo mismo que el PNV en el Parlamento votó en contra de que fuera remitido al Constitucional.
Mikel Mancisidor sostiene que el CETA; «no reduce los derechos sociales, laborales y tampoco reduce los servicios públicos«, pero para Greenpeace Internacional y Greenpeace Canadá; el CETA pone en peligro la sanidad pública, el medioambiente, el clima y los derechos de lxs trabajadorxs y establece un mayor poder decisorio a las corporaciones y mayores privilegios a los inversores.
Para estas dos organizaciones, «el CETA, no proteje el interés público frente a la avaricia de las empresas. Los miembros del Parlamento Europeo han aprobado un acuerdo que no es sino otra herramienta de la industria contaminante para arremeter contra los estándares en materia de salud y seguridad».
Plantear que, «no es verdad que desproteja el sistema europeo de denominaciones de origen», está en contradicción de lo que afirma la COAG; El CETA sólo protege un 15% de las Denominaciones de Origen (DO) de la UE. Tras el análisis comparativo de la normativa comunitaria y canadiense y los textos que recoge el tratado, el informe concluye que la gran perjudicada en materia agraria será nuestra ganadería de carne de vacuno, porcino y leche.
Plantear que: «habrá empleos que se pierdan y otros que se ganen en ciertos sectores que son los más», y que el CETA es bueno para Euskadi por su tipo de empresa, industria , servicios, por su identidad y por su cultura institucional y porque tiene altos estándares laborales, sociales y miediambientales», es decir que es bueno porque lo dice el PNV y punto. Ya que ellos son los listos y las personas de Euskal Herria no tenemos derecho a conocerlo y menos el derecho a decidir, tanto es así que para la televisión PNVista no existe el CETA.
Pero para este mercenario burócrata, votar contra este acuerdo; «es estar con Marie LE PEN y sus socios europeos»y « escuchar a gente de izquierdas alegar el principio de soberanía nacional para rechazar la gobernanza de la globalización ( la de las multinacionales) es un argumento que podía escucharse de Arias Navarro», el mismísimo argumento de Izaskun Bilbao, que de aplicarse al PNV seria: Votar con el PP es votar contra la soberanía de Euskadi, por la unidad española como destino universal y por la corrupción sistémica del PP.
Hay más: «Si hay un político cohorente en la batalla de las soberanía nacional y los empleos nacionales es Donald Traump: Ha denunciado tratados internacionales, ha salido del sistema contra el cambio climático y amenaza hacer lo propio con el sistema de los derechos humanos», una demagógica mezcla de txurras con merinas. Vemos lo que dice Greenpeace Internacional y Greenpeace Canadá; Trump anunció a los votantes que las élites estaban en su punto de mira, pero en realidad solo se la tiene jurada a aquellas normativas que las grandes empresas consideran trámites burocráticos, lo que la sociedad civil considera que son mecanismos esenciales de protección del bien común. El CETA busca lo mismo que Trump pero por otros métodos. Tanto la ciudadanía como el planeta sufrirán las consecuencias de ambos.
Por último acaba su sesudo artículo con: «Yo no tengo duda en qué lado de la mesa busco silla y esforzado futuro para mis hijos» Este político no tiene duda, su lado de la mesa es es el de las multinacionales y como buen mercenario busca la silla, más bien la poltrona de burócrata y de un futuro para sus hijxs y los de su partido, para lxs hijxs de la clase trabajadora que les den.