Ayer tuvo lugar en Rabat una manifestación multitudinaria sin precedentes desde que en 2011 estalló la llamada ‘primavera árabe’, en solidaridad con las reivindicaciones del Rif. La convocaron el gran movimiento islamista ilegal Justicia t Espiritualidad (JyE) junto con algunos pequeños partidos izquierdistas y asociaciones juveniles.
En el cortejo de protesta las familias de los detenidos en el Rif en las dos últimas semanas ocupaban un lugar privilegiado y se corearon eslóganes como: «Este Estado está podrido’ y ‘Dignidad, libertad, justicia social’, por decenas de miles de manifestantes que, sin poder beber a causa del Ramadán, recorrieron el centro de Rabat donde la temperatura alcanzaba los 32 grados.
El origen de esta movilización tuvo lugar el 28 de octubre de 2016, cuando la policía marroquí detuvo a la salida de Alhucemas un coche que había salido del puerto de la ciudad cargado con unos 500 kilos de pez espada, que los agentes se incautaron tirando la mercancía a un camión de la basura. Mohcin Fikri, el joven pescador de 31 años se arrojó al interior del contenedor cuando la trituradora estaba en marcha, intentando salvar su mercancía. Fue un acto de protesta que le costó la muerte por aplastamiento. Su final fue grabado con un teléfono móvil y pronto llegó a las redes sociales, convirtiéndose en un fenómeno de los que enervan los ánimos.
Las autoridades de la localidad norteña de Marruecos dijeron que se había tratado sencillamente de un suicidio. Con las imágenes pasando de teléfono en teléfono, difícil fue mantener esa versión. Finalmente hubo detenciones, policías y funcionarios acusados de falsedad en documento público y homicidio involuntario y una oleada de protestas en la calle contra la impunidad de los poderosos y de solidaridad con los que, como Fikri, ya no pueden con tanta angustia.
En aquellas semanas inmediatamente posteriores a la muerte del pescador, las plazas de las principales ciudades de Marruecos -no sólo de Alhucemas, también Casablanca o Rabat- se llenaron de ciudadanos pidiendo justicia. Fueron las manifestaciones más importantes vividas en el país al menos desde 2011., Ya en esa primavera local, el Rif fue una de las zonas más contestatarias.
El área de Alhucemas siempre ha sido vista como una zona caliente, por sus sistemáticas movilizaciones contra la marginalidad económica y social que se vive, no desde ahora, sino desde los tiempos del anterior rey, Hassan II, así que aquel noviembre y aquel diciembre pasados, con la mecha del pescador muerto, fueron meses calientes en una zona que no suele guardar silencio cuando la soga aprieta.
En aquellas primeras protestas, los manifestantes portaban banderas de los bereberes, la de la República del Rif, el estado independiente proclamado por Abdelkrim el Jatabi entre 1921 y 1926 en el norte de Marruecos arrebatado a las tropas españolas, cuando lograron hacerse con más de 130 puestos militares españoles, llegando hasta las afueras de Melilla, pero Abd-el-Krim decidió no asaltar la ciudad. Más tarde llegaría el denominado «Desastre de Annual» que constituyó una completa derrota para los españoles, provocando más de 10.000 muertos y numerosos prisioneros. Las fuerzas rifeñas, que estaban formadas por unos 3000 guerrilleros, habían logrado derrotar a una fuerza superior compuesta por 13.000 españoles.
El 5 de enero de este año, las fuerzas del orden intervinieron para dispersar una sentada en Alhucemas, coletazos de los meses previos. Cinco semanas más tarde, enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden dejaron una treintena de personas heridos. Tras semanas de tensa calma, el 26 de marzo volvió la rabia, cuando un grupo de manifestantes atacó con piedras una residencia de la policía en el camino de Imzuren, localidad vecina de Alhucemas. El edificio ardió y fueron arrestadas 14 personas.
Lo que ha hecho revivir las protestas ha sido esencialmente la detención de Nasser Zefzafi, de 37 años, el carismático jefe de las protestas del año pasado. Líder incontestable de Al Hirak al Shaabi (Movimiento Popular), fue arrestado de madrugada por los servicios de seguridad marroquíes, después de pasar más de dos días huyendo de la policía. Varios compañeros más de lucha fueron igualmente detenidos. Sobre ellos pesan cargos de extrema gravedad, como los de actuar atentando contra la seguridad del Estado.
Las protestas están empezado a encontrar ecos solidarios en otras ciudades del país y a tener el apoyo de partidos islámicos, pequeños partidos de izquierdas y asociaciones juveniles y estudiantiles.
Mientras que los manifestantes denuncian las constantes cargas policiales -especialmente, destacan su dureza en una marcha de mujeres, el pasado 4 de junio- y las redes sociales están inundadas de vídeos mostrando redadas y arrestos -se calcula que rondan los 90 los activistas detenidos-, el Gobierno sostiene que sólo interviene tras los “desbordamientos” y cuando las protestas se salen “de su carácter pacífico”.
Alhucemas es una región rebelde, pero en parte lo es porque es pobre, y porque ve que otros territorios se llevan las inversiones que tanta falta la hacen. Un dato clave: el 62% de la población no realiza ninguna actividad económica, porque no hay oportunidades de empleo ni de formación y emprendimiento. “Nuestras reivindicaciones son económicas y sociales, no buscamos crear un estado independiente”, insistía el detenido Zefzafi en las protestas de inicios de año.
Las manifestaciones han estado forjadas siempre sobre pilares muy diversos, desde asociaciones vecinales a pequeñas formaciones, todas con un perfil social muy claro, más que político. Hay una fuerte defensa de la identidad del Rif, de ahí sus héroes y banderas, como recuerdo del largo olvido por parte de sus dirigentes.