Casi uno de cada diez empleados de banca de antes de la pandemia ya no trabaja en una entidad financiera o va a dejar de hacerlo en los próximos meses como consecuencia del intenso ritmo de destrucción de puestos de trabajo que ha emprendido la banca española, que entre las bajas del primer año pandémico y los ERE que comenzó a poner en marcha a partir de diciembre se habrá deshecho de más de 17.000 asalariados en lo que va de pandemia.
«No hay motivos para acometer unas políticas de personal tan agresivas como las que están acometiendo. ERE como el de CaixaBank, con más de 6.000 bajas, se presentan por motivos organizativos, no económicos», explica Víctor Mirabete, responsable de Banca de UGT.
«Esto parece no tener fin. En Santander ya dicen que el año que viene van a por otro ERE y en BBVA les explican a los inversores que el grifo de los recortes está abierto», advierte Juan José Paredes, responsable de Banca de CGT, que apunta cómo «nadie parece tener en cuenta el coste que estos procesos tienen para el Estado, y por lo tanto para la ciudadanía: 70.000 de los 100.000 despedidos en la última década van a anticipar su jubilación sin rebajas en sus pensiones porque sus bases reguladoras son tan altas que las penalizaciones no les afectan».
Los datos dejan pocas dudas acerca de cómo se está acelerando la destrucción de empleo en el sector bancario español: en diciembre del año pasado, Santander e Ibercaja (750) acordaban sendos ERE con más de 4.300 bajas a los que se añadía el plan de salidas voluntarias de Sabadell , con otras 1.800, en los tres casos para aplicarlos durante este año, que al alcanzar su meridiano ya suma casi 9.400 despidos más, 2.935 en BBVA y 6.452 en CaixaBank si prospera la última propuesta de la empresa.
Esos procesos suponen 15.509 salidas que, a falta de los recortes de empleo que pueda conllevar la fusión de Unicaja con Liberbank, en la que algunas estimaciones apuntan a más de 2.000, y futuras absorciones para las que suenan Sabadell, Abanca e Ibercaja, sitúan en casi 17.600 los puestos de trabajo suprimidos por los bancos españoles al abrigo de la pandemia y de la digitalización tras los 2.064 que el Banco de España anotó el año pasado.
Prescindir del 40% del empleo en trece años y dos crisis
A expensas de que esas salvedades y otras iniciativas de las entidades puedan derivar en más despidos, los bancos españoles se habrán deshecho en trece años (de 2008 a 2021) y dos crisis, la ‘gran recesión’ y la pandémica, de 114.229 trabajadores: dos de cada cinco, el 41,07% de los que empleaba, ya no trabaja allí.
La aceleración de los ERE retrotrae a la fase más dura de la anterior crisis, con 15.622 despidos en 2011, 11.859 en 2012 y 18.626 en 2013, aunque los escenarios no son precisamente coincidentes, con sendos procesos de rescate, bancarización y concentración de unas cajas de ahorro cuya aparente solidez se reveló carcomida entonces y con sólidos apoyos públicos para evitar sustos ahora.
Sin embargo, las entidades han aprovechado la aceleración que los procesos de digitalización han experimentado con la pandemia para acelerar su reconversión, con mayores afecciones al empleo cuanto mayor es el tamaño de las entidades.
Esos últimos procedimientos de recorte del empleo marcan un punto de inflexión en las relaciones laborales en el sector financiero español que se manifiesta en tres ámbitos: el empeoramiento de las condiciones de salida para los despedidos (cada vez más jóvenes), el endurecimiento de las tareas para los que se quedan y una contestación hasta ahora desconocida y de la que resulta paradigmático el hecho de CaixaBank haya registrado las dos primeras huelgas de sus 117 años de historia, y con elevados seguimientos, en las dos últimas semanas.
Peores condiciones para irse del banco y para quedarse en él
Así, la mejor oferta para las llamadas prejubilaciones (indemnizaciones en diferido), en realidad) alcanzaba el 57% del salario (más aportaciones a planes de pensiones) en CaixaBank y el 75% en BBVA, por debajo del 80% con el que Santander cerró el suyo en 2017, mientras las indemnizaciones para los menores de 50 años caen a 40 días por año trabajado con topes de 30 a 36 mensualidades y en algunos casos amplían el grupo de afectados hasta los 52.
«Ha habido un cambio de talante», señala Joan Sierra, del sector de Banca de CCOO, que destaca cómo las entidades han endurecido sus posturas en las negociaciones en los últimos ERE. «Iban con todo», ejemplifica. Eso incluye el intento de incluir en los acuerdos despidos forzosos, algo poco habitual en el ramo y que nunca había ocurrido en algunas compañías.
Eso, en cuanto a las salidas; mientras quienes se quedan ven cómo las condiciones de trabajo se van deteriorando progresivamente. «Los que se van, se van; pero el trabajo queda y hay que atenderlo», anota Mirabete, que destaca que «la presión comercial sobre los trabajadores es enorme. En las sucursales se vende todo lo que deje un margen, desde teléfonos a alarmas y telealarmas pasando por televisores».
Los datos que recoge el estudio de UGT «Principales indicadores del sector financiero» resultan ilustrativos de cómo está cambiando el trabajo en las oficinas bancarias; en las que quedan, ya que casi la mitad de ellas (21.614, el 47,18%) fueron cerradas entre 2008 y 2019, en un goteo al que se añadieron 1.608 más el año pasado y otras 688 de enero a marzo (35 por semana), según los datos del Banco de España.
El ratio de 7,4 empleados por sucursal que se da en España es el más bajo de Europa, alejado del 11,1 de Francia, el 11,5 de Italia, el 18,4 de Bélgica y el 21,7 de Alemania. Y, como consecuencia de eso, «a finales de 2019, había en España una persona empleada de banca por cada 268 habitantes, y cada oficina atendía a 1.985 clientes».
«La transformación que se ha producido en el sector financiero de nuestro país es evidente: hace 20 años, con los datos de 2009, cada persona empleada atendía 176 habitantes (92 menos) y cada oficina daba servicio a 1.049 clientes (936 menos)», concluye el informe, que añade que «entre los principales países europeos, también se sitúa como el que más clientes tiene que atender cada persona empleada (268) frente a los 143 de Alemania o los 168 de Francia».
La exclusión avanza con la digitalización
Como ejemplo, las tres principales entidades financieras, CaixaBank, Santander y BBVA cerraron entre el 51% y el 58% de su sucursales y prescindieron del 38% al 42% de sus plantillas, en ambos casos con las de las cajas y bancos que iban absorbiendo, en el primero de esos periodos.
Eso genera un obvio problema de exclusión financiera, especialmente intenso en las zonas rurales y que, por otro lado, unas entidades enfrascadas en sus procesos de digitalización no muestran excesivo interés en paliar, tal y como prueba el fracaso de las dos convocatorias para instalar cajeros en zonas despobladas que ha lanzado la Generalitat valenciana.
«El acceso a los servicios financieros se va a complicar mucho. Hay muchos problemas en Castilla-La Mancha y Castilla y León, en la Comunitat Valenciana y también en zonas del interior de Catalunya, entre otras», señala Mirabete. El ERE de CaixaBank incluye una cláusula para el mantenimiento de la red rural de sucursales.
Cuatro candidatos a irse por cada tres bajas en BBVA
En ese escenario, y a casi dos semanas de cerrar el plazo para presentarse voluntarios, a BBVA le sobran ya más de mil candidatos a dejar la entidad; hay cuatro por cada tres puestos de salida, un excedente que para nada parece descartable en el proceso que ahora abre CaixaBank.
«Hay mucha gente interesada en salir porque hay una presión comercial tremenda en todo el sector», apunta Sierra. «¿Que las condiciones de salida son buenas? Eso es tarea de los sindicatos. No olvidemos que hablamos de empresas que ganan mucho dinero. Las expectativas de negocio del sector financiero, que con los avales del ICO y las moratorias tiene la morosidad en niveles previos a la pandemia, son enormes; y pese a ello están reduciendo las plantillas», anota Mirabete.
Las dos últimas negociaciones, en las de BBVA y CaixaBank, han incluido huelgas, una herramienta que llevaba tres décadas desactivada en el sector bancario español, y con elevados niveles de movilización en ambos casos.
«Nos ha sorprendido el alto seguimiento, y eso es algo que exige una respuesta acorde de las entidades», explica Sierra. «¿Eso significa algo -plantea Paredes-? Si al final se firme el ERE es un poco fuego de artificio, porque la reducción del número de despidos siempre es materia de negociación».