Es lo que tiene ser dependientes de este sistema representativo. Inmersos en la quincena circense no hay quién nos salve del mercadeo por el voto. Los mercaderes de esta gran pantomima llevan tiempo trabajando en el estudio de mercado con el que captar la ansiada papeleta que les permita seguir manteniendo sus estructuras autistas y así, cual mercado medieval vociferando sus excelencias, nos vuelven a introducir en la espiral de promesas y de discursos vacíos, olvidadizos de gestiones presentes y pretéritas. Discursos identitarios absurdos en un contexto de pérdida de libertad, avalado por la elitista pléyade demócrata, que tratan de ocultar que esa pérdida de identidad y de libertad es ya una realidad en si misma. El contexto económico y político de globalización nos constriñe irremediablemente y nos sitúa al albur de los virus financieros y macroeconómicos que minusvaloran la idiosincrasia local.
Corría el año 2011 cuando a mediados del mes de mayo Las principales plazas de las ciudades del Estado comenzaron a ser ocupadas por personas de toda condición que bajo el eslogan de “no nos representan” pretendían llamar la atención sobre el inconformismo y el hastío instalado en la sociedad reclamando un cambio de rumbo en las políticas. De forma inmediata y casi siguiendo el guión de Saramago en su “Ensayo sobre la Lucidez”, la maquinaria del poder se activó, con sus herramientas habituales se dedicaron a buscar responsables de tamaña afrenta apostando por la desactivación de la injuriosa algarabía nacional. Lo lamentable es que quienes componían el arco parlamentario entonces no entendieron nada y peor aún, siguen sin hacerlo. El fenómeno del 15 M puso en jaque a la vida parlamentaria, fue un revulsivo mediante el cual, algunos despertaron de su letargo y a todos les erizó el bello. Aquello supuso un antes y un después, se estableció el punto de inflexión mediante el cual la partitocracia era obligada a mirar a su alrededor. Miraron, y les dio miedo.
Ningún partido político del llamado arco parlamentario, salvando algún caso, ha sido capaz de interesarse de verdad por tomar el pulso a una sociedad diezmada por la jauría capitalista, a una sociedad que ha visto como se derrumbaban sus esperanzas de futuro. Al contrario, se han visto obligados a encerrarse en sus laboratorios de marketing con el fin de diseñar estrategias de limpieza y transparencia de forma que cambiando algo, el objetivo de no cambiar nada sea posible. Así vemos como el estandarte socialdemócrata se luce en primarias buscando caras amables, confiando el destino de sus votantes en el equipo joven y renovado que ya formó parte del anterior y nefasto bloque contribuyendo a una política antisocial para luego recular. Un equipo sin capacidad de decisión supeditado al centralismo e intereses espurios.
Baile de máscaras general y caras amables también en el espectro del centro derecha que tampoco quieren perder el tren “del cambio”. Anclados en el más vacío de los discursos donde una fina línea separa la promesa de la ficción, el candidato abre el saco de los caramelos ofreciendo bajar la tasa de desempleo por debajo del 10%, pero no apunta cómo y en que condiciones. Utiliza la educación en libertad como elemento de seducción. O la reducción de las listas de espera en la sanidad. No, no hay discurso político. Apelar una vez más a la pérdida de identidad es una tomadura de pelo por parte de quienes son socios de la moncloa. Es una falta de respeto a la inteligencia de quienes pretende gobernar. Pero lo es más apelar a la perdida de libertad si gobiernan otros cuando desde la bancada conservadora se viola sistemáticamente este principio básico.
No se trata de hacer un repaso de los candidatos ni de las candidaturas, es perder el tiempo. Lo ilustrativo es abundar en esa vacuidad de los discursos, de la escasez de ideas principalmente entre quienes han tenido la oportunidad de llevarnos, en connivencia con el capital, a este histórico crack. El vacuo espectáculo está repleto de promesas y eslóganes estudiados surgidos desde la necesidad de alternancia gubernativa antes qué una no menos necesaria alternativa a la actual política, puesto que esta, calificada por algunos como ciencia, abandonada hoy a su suerte hay que recuperarla. Se quiera o no es la herramienta mediante la cual y a través de su mecanismo principal, el dialogo y el consenso, una sociedad es capaz de avanzar, lo contrario significa continuar con el estrangulamiento social del capitalismo.
El sistema ha puesto en marcha el engranaje del sufragio universal y poniendo en valor los textos de Malatesta al respecto, sigue siendo la herramienta mediante la cual los mercaderes del voto se arrogan la representatividad absoluta mediante el juego de las mayorías, para garantizar “su” derecho democrático. Sin embargo no debieramos perder la referencia de 2011 y años posteriores, donde la brecha social ha crecido considerablemente, la base social ha sido ninguneada y los grandes beneficiarios del estado no han dudado en aprovechar su oportunidad. La sociedad necesita recuperar espacios participativos, ejercer el derecho de voto no implica delegar, en el resultado de las urnas, cuestiones máximas que hipotecan el destino de la ciudadanía. Resulta grave que el futuro inmediato y el de generaciones venideras este lastrado por la famosa deuda de la que nadie se hace responsable ahora.
Quizás tengan un atisbo de razón quienes defienden la participación electoral, y ven en ella la oportunidad para desalojar a las élites. Sin embargo, objetivamente, desde dentro tan solo se podrá lograr adaptar nuestra realidad a la imposición, central y local, lo que de facto no cambia nada. Por ello y ante el hecho de que cada cual debe actuar en libertad y ejercer el derecho de voto si le apetece, no debemos ni deben olvidar que el único ejercicio democrático válido, lejos de remitirse al derecho cuatrienal del mercadeo del voto, es el de activar los mecanismos necesarios de máxima participación desde el municipalismo.
Joseba Santesteban
Afiliado a CGT-LKN Nafarroa