Entrevistamos la activista social, pacifista y economista, referente de más de una generación, que ha hecho público que tiene un cáncer y le quedan pocas semanas de vida
Arcadi Oliveres (Barcelona, 1945) nos ha recibido en su casa, que era la casa de veraneo de su abuelo hace cincuenta años, en Sant Cugat. En la que hace dieciséis que vive. Se trasladó cuando la presión inmobiliaria le expulsó de Barcelona. En el patio, en un día desapacible, que se ha ido aclarando mientras hacíamos la entrevista. Cuando le hemos saludado de entrada nos ha dicho que no se encontraba demasiado bien, que tenía dolores. Pero durante la entrevista se ha ido recuperando y en todo momento ha sido lúcido, reflexivo, apasionado también.
Hace tres semanas le diagnosticaron un cáncer y pocas semanas de vida. Como Arcadi Oliveres es un referente del activismo social, del pacifismo y ha dado clases a 17.000 alumnos, la noticia se supo en breve. Entonces la familia abrió una página web para que quien quisiera pudiera dejar un mensaje. Ya hay más de 6.650. Esta es una manera revolucionaria de encarar la muerte, porque rompe tabúes, porque propone un adiós público, colectivo, compartido. Una muestra de gratitud que le da fortaleza. De la muerte, le preocupa conseguir algo de la dignidad que supo tener uno de sus cuatro hijos, que se murió con veintiocho años, también de cáncer. Eso sí que lo ha empeñado.
Le hemos propuesto una entrevista de trayectoria para entender por donde ha transitado y los valores y las convicciones que lo han empujado y que ha defendido.
– «Vivir significa tomar partido.» Esta sentencia de Antonio Gramsci diría que define a la perfección su trayectoria vital.
-Efectivamente, siempre que no añadas el adjetivo «político». Tomar partido, pero no tomar partido político. A ver si me explico: es claro que se debe tomar partido, y mucho que se ha de tomar, pero formar parte de un partido político, tal como lo interpretamos ahora, para mí es nefasto. Me moriré y nunca en la vida habré tenido carné de un solo partido político. Ahora, tomar partido por causas justas, todas las que quieras.
– Por tanto, no haber militado en ningún partido político y hacer «otra política», es un hecho en el que se reafirma?
-Cada vez estoy más contento de no haberlo hecho y cada vez estoy más convencido de que el día de mañana la política se hará de esta otra manera. Al fin y al cabo, la existencia de partidos políticos habrá sido un paréntesis histórico. Yo diría que comenzó con la Revolución Francesa, la derecha y la izquierda en las cámaras se fueron identificando, pero la política se debe hacer de otras maneras. Hoy día, la mayoría de temas políticos son de carácter transversal. No son agrupables siquiera por un partido. Son problemas globales, mundiales, quizás autonómicos, pero problemas que afectan a todos. Por lo tanto, me reafirmo 100% en eso.
– Desde casa debéis seguir los últimos acontecimientos a raíz de la prisión de Pablo Hasel.
-Los he seguido poco porque, te diré, la cabeza me baila un poco, por los dolores que tengo, que a veces son fuertes. Y, por otra parte, como tengo la alegría de recibir tantas visitas, tantos mensajes y tantas cosas, no doy abasto. Sí lo sigo, porque procuro leer cada día puntualmente el diario, pero no he hecho un trabajo en profundidad de qué ha pasado, ni con Hasel ni con las otras protestas ciudadanas que se han reiterado las últimas semanas.
– Protestas que giran en torno a la libertad de expresión, que es uno de sus temas.
Sí, pero a pesar de todo, el tema de la libertad de expresión, aunque se ha acelerado en los últimos tiempos, no es nuevo. Es un tema de toda la vida. Y, por tanto, yo diría que a veces aparece con un flujo mayor, otros no lo notamos tanto, pero no pierde actualidad. Por lo tanto, está y hay que preocuparse, pero no tiene una particularidad más fuerte que otras veces. A mí me sigue preocupando más el hambre, los inmigrantes, que no esta libertad de expresión.
– Es interesante la reflexión que se puede sacar sobre la desobediencia, ¿qué es violencia y quien la ejerce?
-Es muy interesante. La desobediencia ha sido uno de los temas que me han reflejado en mi vida. Si el mundo ha de progresar (y debe progresar), será gracias a acciones de desobediencia civil. La desobediencia civil es básica.
– Una frase suya: «Moralmente estamos obligados a desobedecer.»
-Siempre contra normas injustas. Claro, si las normas son justas, y plácidamente obedecibles …, pero en general tenemos que procurar desobedecer. Porque la mayor parte de las leyes son hechas por aquellos que quieren privilegiarse a sí mismos e ir en contra de los demás.
– Se criminaliza quemar contenedores, pero no se condena o no se ve que hay una violencia de Estado también en estos hechos.
-Quizá te sorprenderá esto que diré: yo soy contrario a la violencia contra las personas, pero también soy contrario a la violencia contra las cosas. No me gusta que se quemen contenedores. Creo que los bienes de la tierra deben respetarse. Lo cual (y esta es la segunda parte de la frase) no quiere decir que no sea mucho más culpable la violencia contra las personas que no la violencia contra las cosas. Pero, a pesar de todo, lo de «todo vale» no me gusta.
– Y del papel de los jóvenes, estos jóvenes que dicen «basta» porque no tienen nada y por tanto no tienen nada que perder, qué análisis hace?
-Los hemos fastidiado con un sistema económico que es de lo más injusto que te puedas imaginar. Cuando a un joven le das un nivel de estudios notablemente elevado, cuando le obras unas expectativas de futuro y después lo masacras sin trabajo, e incluso teniendo trabajo, con un sueldo de miseria, sin ninguna expectativa de progreso, porque las expectativas de progreso van a parar a otros, entonces es lógico que la gente joven se enfade. Es evidente, es obvio, es natural.
– Repasemos algunos aspectos de su trayectoria: estudió económicas y se doctoró con una tesis sobre desmilitarización. Un economista antimilitarista y anticapitalista? Eso sí que duele al sistema.
-Debería hacer, me hubiera gustado. Pienso que no fui ni un gran académico ni un gran doctorando, pero intenté decir tres o cuatro cosas en las que creía. Pero ha habido compañeros que han sabido desmontar mejor el capitalismo que yo. Ahora, esto de la militarización, es una tontería de una dimensión tan grande que no puedo entender que haya gente que crea en los ejércitos. Es una de las estupideces más grandes de la humanidad. Ningún ejército tiene justificación. Esto lo diré hasta el día que me muera. Y como puede ser que todos los partidos políticos que aprueban el presupuesto del estado español destinen una partida? Es completamente absurdo. Ejércitos, ninguno. Y lo repetiré por enésima vez: no hay ningún soldado que merezca un aplauso. Y si hay uno que se lo merece, este es un desertor. Y para de contar. Ninguno, ninguno, ninguno, ningún ejército tiene justificación. Ya ves que me excito un poco con esto.
– ¿Está en forma?
-En forma, no, pero enfadado, sí. Y lo que me fastidia más es que nos lo quieran vender. Por ejemplo: llega la pandemia y cogemos cuatro soldaditos para limpiar los hospitales, para justificar su existencia. Y no me digas que no daba vergüenza al comienzo de la pandemia, en una conferencia de prensa, que hubiera el ministro de Salud (éste tenía una cierta lógica), pero tras él tres o cuatro guardias civiles, policías, jefes de la estado mayor … Inútil! Inútil para la pandemia e inútil para la sociedad.
– Además del antimilitarismo, que os ha marcado toda la trayectoria, el combate contra el sistema capitalista siempre ha sido una de sus empeños, porque seguramente es el denominador común de todas las luchas que ha comenzado y en las que ha participado .
-Sí, es un sistema criminal, asesino. Y este sistema, volviendo al tema anterior, se sostiene a partir de estructuras militares o paramilitares y otros, claro.
– Hay una mayoría que no cree posible un cambio de sistema. Y otros no lo quieren, porque se vive bastante bien en el primer mundo, aunque sea a costa del tercero. ¿Qué les diría?
-Los que no lo quieren, no les diría nada, porque lo mantienen por egoísmo y no merecen mi consideración. Y los primeros, quizás lo mantienen por buena fe y les diría que se informen bien y que analicen. Si miran qué han hecho los ejércitos a lo largo de la historia, verán que han hecho una sola cosa: ayudar a los ricos en contra de los pobres. Está claro que todo esto se tapa, pero la verdad es que el ejército es algo nefasto.
– Otro aspecto derivado del capitalismo que combatís es, por ejemplo, la banca, que considera que se debería nacionalizar.
-A mi entender, tan sólo hay dos salidas: nacionalizar la banca y la banca ética.
– ¿Por qué Cataluña aún no tiene una banca pública?
-No ha querido. Ni aquí ni en España. Fíjate qué cosa tan paradójica: incluso en un momento tan absurdo y contradictorio como la dictadura de Franco, había banca pública en España. Y ahora, con un sistema neoliberal, ha dejado de existir.
– Los primeros días del confinamiento se hablaba de la renta básica universal. Incluso el presidente Quim Torra la defendió. Pero ahora, de eso ya no habla nadie. Cree que sería una buena opción aplicarla?
-Mira, esto es una serpiente que aparece y desaparece. Es cierto que se habló con el confinamiento, pero los primeros datos de aplicación de la renta básica, de las que yo dispongo, no son de ahora, son de 1972. Hace cincuenta años que se habla de la renta básica . Yo creo. Creo que podría ser una buena solución y que a estas alturas debería aplicarse ampliamente. Renta básica, universal e incondicional. A veces se hace lo que se puede, porque ahora está en marcha lo que la Generalitat sacó adelante y de lo que fui partícipe, que se llama renta mínima garantizada de ciudadanía, que está bien, pero que tan sólo tapa agujeritos por situaciones difíciles. Que yo prefiero que sea que no que no esté, pero no es la renta básica a qué te refieres.
– Usted sustenta sus ideas a partir de datos que a veces no son fáciles de encontrar, y hace análisis comparativos para poner en evidencia la criminalidad y absurdo del sistema. Por ejemplo, que la crisis del hambre causa 25.000 muertes diarias. O que el ejército español gasta 56 millones de euros al día. Hasta qué punto es importante tener estos datos, esta información?
-Para justificar las cosas debes aportar datos e información. No puedes diagnosticar un señor de tuberculosis y no explicarle el estado de sus pulmones. Hay que basarse en datos objetivos.
– El Centro Delàs de Estudios por la Paz, que usted contribuyó a fundar, es un activo importante.
-Es una de las cosas por las que me voy de este mundo contento de haberlas hecho. No es la única, pero contribuir a la creación del Delàs es una de las cosas que considero un activo de mi vida.
– Se le define como activista social y economista. Y es cierto, pero quizás le va más el término de pacifista. En esta actitud de vida tuvo un papel importante Lluís Maria Xirinacs, a quien tuvo de maestro cuando estudiaba los escolapios. Qué aprendió de Xirinacs?
-Son aquellas carambolas de la vida, de carácter afortunado. Él, que tenía unas ideas muy claras sobre el mundo en general y sobre el pacifismo en particular, no se cansaba de reiterarnos a los alumnos. Yo diría que, además de pacifismo, me enseñó algo tanto o más importante, que era la democracia. Es decir, el pacifismo era válido en la medida en que el sistema era democrático. Me enseñó eso cuando yo tenía trece años. Y más adelante tuve la suerte de ser amigo y de trabajar conjuntamente en diferentes organizaciones. Pero tampoco es el único. Por suerte para mí, he disfrutado de otros maestros.
– ¿Quiénes?
-Cuando pienso en Xirinacs, no puedo dejar de pensar en un compañero suyo, Paco «Pancho» Botey, un hermano de Jaume Botey. Paco Botey quizás era el otro pilar de esto que yo he hecho en la vida. La gente dice: Arcadi Oliveres, de Justicia y Paz. Y, mira, a la paz me la introdujo Xirinacs y a la justicia, Botey. Era misionero y se había paseado por las injusticias de todo el mundo, por Latinoamérica, por África. Él me empezó a hablar del Tercer Mundo, de la discriminación racial … Por lo tanto, estos dos pilares que me han configurado, justicia y paz, vienen de estos dos personajes.
– A principios de los años ochenta se incorporara a Justicia y Paz, organización de la que fue presidente entre 2001 y 2014. Era el 1982 cuando esta organización, entonces presidida por Joan Gomis, le encargó que calculara cuánto representaba el 0,7% del PIB de España, que era la parte que la Organización de las Naciones Unidas pedía a los estados de occidente para la cooperación internacional en favor de los países empobrecidos. Como le marcó aquel estudio en su trayectoria posterior?
-El estudio representó que entrara a colaborar con Justicia y Paz, efectivamente. Ya tenía contactos anteriores, porque había colaborado en campañas contra la pena de muerte, contra la ejecución de Puig Antich, etc., pero con este estudio me vinculé. Por otra parte, el estudio nos abrió las puertas a la realidad del Tercer Mundo. A ver: el estudio del 0,7%, si lo miras con profundidad, con vistas a cambiar el mundo tiene muy poco peso. Porque aunque se destinara este 0,7% a la cooperación (que no se ha destinado más), el mundo no cambiaría. Porque podríamos dar ese dinero a países que lo necesitaran, pero son tantos, que ese dinero no lo compensaría. Tras la campaña del 0,7%, se llevó adelante la campaña para la condonación de la deuda externa. Según unos cálculos que tengo elaborados, tan sólo te diré que la deuda externa, poniendo por caso que a los países del Tercer Mundo se lo hacemos pagar todo, significaría siete veces más que la cantidad que nosotros les daríamos con el 0,7% del PIB. Ahora, tiene importancia por el simbolismo. Porque explicita de qué manera son injustas las relaciones internacionales.
– La campaña contra la entrada de España en la OTAN, el triunfo del «Sí» en el referéndum, sería un momento duro.
-Es de las peores noches que he pasado en mi vida. Porque hasta última hora del recuento, estaba convencido de que salíamos de la OTAN. Y cuando vino este, digamos, filibustero de la política, que se llamaba Felipe González, convirtió un referéndum sobre si querías o no querías la OTAN en una especie de plebiscito sobre si le querías a él o no lo querías. El último día antes del referéndum no dijo «OTAN sí o OTAN no», sino «Felipe sí o Felipe no». Y como en aquel momento tenía todos los votos que arrastraba de las elecciones anteriores, ganó el «No». Es uno de los peores personajes que tiene la política española. Además de haber organizado los GAL, aparte de ser un personaje impresentable en todos los sentidos. Y curiosamente aún es bien considerado en las esferas políticas. El estado español ha tenido bastante personajes impresentables,
– A raíz del referéndum de la OTAN, le cayeron velos de los ojos o ya habían caído?
-Ya habían caído, pero no muchos días antes. Porque yo tengo buena fe y pensaba que todo iría bien y luego me di cuenta de qué intereses había por debajo. Cuando realmente me cayeron los velos fue cuando me enteré de lo que había pasado antes: unos cinco o seis meses antes del referéndum, Felipe González había ido a Washington, había prometido al gobierno de EEUU que haría lo posible para que España no saliera de la OTAN, e hipócritamente, había vuelto a Madrid y nos había dicho que saldría de la OTAN. Impresentable. Este señor debería estar en la cárcel desde hace muchos años.
– En los años ochenta organicé una cantidad significativa de campañas y es el momento de auge de las ONG. Sin embargo, también fue el período en el que desde los poderes del estado se desmovilizó la sociedad civil, en pro de la consolidación de la democracia, decían. Son años oscuros en este sentido: se pone fin a la fuerza de los movimientos vecinales, la canción protesta estorba y se deja de lado. Y hay toda una generación de gente de combate que queda fuera de juego.
-Eso era el falso advenimiento de la democracia. Nos creímos (y yo el primero) que llegaría la democracia y que seríamos más felices que unas castañuelas. Y fue que no. Y todavía tengo fijado en la cabeza que en Justicia y Paz fui uno de los que promovió con fuerza la amnistía de los presos políticos franquistas. Pero después me di cuenta que, con aquella campaña, dos docenas de presos políticos salieron de la cárcel, pero que miles de militantes franquistas, fascistas, asesinos, criminales sanguinarios, también salieron. Y aún caminan ahora por la calle. Lo he dicho muchas veces: mea culpa, mea culpa, un gran error.
– Hay un ámbito muy interesante que no quisiera olvidar, en relación con el cambio climático y con la conciencia climática: el libro Palabras de Arcadi , que acaba de ser publicado, explique que le impactó mucho que en 1971 el Club de Roma (institución que se reunía para pensar sobre el futuro del planeta) ya hablaba de crecimiento cero, que no se podía crecer más. Se ha avanzado poco. El cambio climático ya está aquí.
-Claro, me impactó mucho porque yo había estudiado la carrera entre 1962 y 1968 y en estos estudios la economía era el eje central y tan sólo se hablaba de una cosa: crecimiento, crecimiento y crecimiento. Y con este estudio, tres años después, me di cuenta que esto era un desastre: que los recursos se agotaban, que el planeta se contaminaba, que las diferencias se hacían muy grandes y que, por tanto, lo que tantas veces me habían dicho quedaba completamente invalidado.
– En el libro Palabras de Arcadi aporta un dato importante: el 80% de las empresas catalanas no cumplen las normas ambientales. Y añade: «Si no cambiamos esto, que cambiaremos?»
-Eso se responde fácilmente: el capitalismo siempre es un delito. Por lo tanto, si las empresas incumplen las normas ambientales, que hacen? Un delito. Reconozco que en el mundo capitalista puede haber pequeñas y medianas empresas con buena fe, que piensen que lo hacen bien, aunque no lo hacen bien, pero el capitalismo es un delito desde el primer momento en que el sistema dice que el fin de la empresa es ganar dinero. La empresa no tiene derecho de ganar dinero. Que quede claro, una empresa no tiene más derecho a ganar dinero. Por lo tanto, si gana significa que saca de otro. Quizás es demasiado radical, tal vez me he hecho viejo, pero pienso así.
– De que tiene derecho, pues, la empresa?
-Tiene obligaciones: dar trabajo a la gente, pagarle un salario justo (y el gerente también tiene derecho de cobrar un salario justo, faltaría), producir bienes y servicios que sean útiles para cubrir las necesidades humanas, hacer obra pública … Pero no tiene derecho a ganar dinero. Ganar significa que alguien los pierde. Y si los gana, tiene la obligación de repartirlos y reinvertirlos. Mira, en 1983, dentro de cuatro días hará cuarenta años, me llevé a un grupo de alumnos, creo que eran una docena, hacia el País Vasco, para que vieran las llamadas cooperativas de Mondragon. Porque aquellas sí eran cooperativas de verdad, sí que eran empresas que se lo creían, sí eran empresas que decían que el dinero no se tiene que ganar, sino que se han de repartir.
– En los años setenta se vincula a Pax Christi, organización católica dedicada a difundir la cultura de la paz en el ámbito internacional. Y luego en representación de Justicia y Paz viaja y vive diferentes experiencias, congresos y concentraciones internacionales, que le permitieron aprender unos conocimientos y unas maneras de hacer que después ensayará en Cataluña. Esta es una de sus contribuciones también?
-Efectivamente, como a las organizaciones a las que yo pertenecía les gustaba salir e interactuar con más núcleos, me tocó ir. Y llegué a aprender de experiencias latinoamericanas, también en la India, en África, y eso me enriqueció. Sin que esto ocupara el espacio aquí, porque yo me movía en esta sociedad, me movía con estas organizaciones. Pero intenté aportar algunas de las novedades que estas estancias fuera me ofrecían. No podemos decir que esto fuera fundamental, pero era un enriquecimiento a mi manera de ver las cosas.
– Por ejemplo, en 1999 fue a Seattle, a la conferencia mundial contra la Organización Mundial del Comercio, que algunos marcan como el nacimiento de la antiglobalización.
-Mira, tengo el falso orgullo de decir que soy uno de los dos catalanes que contribuyó. Porque a todo Seattle había 50.000 manifestantes. Dos de Cataluña: una compañera economista y yo mismo.
– Ahora empieza a sonar con fuerza el concepto de economía circular.
-No me gusta, ni la circular ni la del bien común ni esas cosas. Son formas escondidas de capitalismo y basta. Si se hiciera bien del todo, podrían tener sus razones, pero lo llaman economía circular y esto es volver a la economía que tenían los agricultores hace quinientos años. Ahora, el sustrato sigue siendo el lucro, el beneficio. Ya te lo he dicho antes: cualquier negocio que busque el lucro, que busque el beneficio, no me gusta. La economía debe estar al servicio de las personas. Yo quiero una economía donde todo sea bien distribuido, donde no haya tipos de interés (los bancos no deberían tener interés; si quieres, un 1% de la inflación y basta). El capitalismo debe desaparecer! Es un sistema perverso y la tenemos que hacer desaparecer. No acepto matizaciones en este sentido.
– Entonces, ¿cuál es la alternativa?
-Distribución de la producción, distribución de la riqueza, distribución de los bienes. Producir para que la gente tenga cubiertas sus necesidades con las máximas garantías. Para decirlo fácilmente, sería un comunismo integral.
– A lo largo de su vida se ha comprometido con campañas importantes, grandes y pequeñas, por los derechos sociales. Quisiera destacar dos. La primera, el encierro en la iglesia del Pi para regularizar los papeles de un grupo de inmigrantes, en 2001.
-Muy bonita aquella campaña, es de los mejores recuerdos que tengo, esta cerrada. De hecho, mi participación es algo indisociable a mi pertenencia a Justicia y Paz y a mi militancia. Situémonos en el año 2001. Esta próxima semana se cumplirán veinte años. Los inmigrantes se encontraban (entonces y ahora) sin papeles. No tenían documentación para poder circular libremente. Ellos decidieron, como un acto reivindicativo, encerrarse en diferentes iglesias de Barcelona, la más importante para el número de gente era la iglesia del Pi, alrededor de mil cuatrocientas personas. Dijeron que harían un acto de desobediencia civil y que no saldrían de allí hasta que no les aseguraran la regularización. Esto al gobierno civil no les gustó y enseguida se inquietó. Porque en un espacio reducido tenían más de un millar de personas encerradas, con unas condiciones higiénicas y sanitarias peligrosas. La iglesia del Pi era un espacio que tenía poquísimos aseos. Afortunadamente, los compañeros de la Cruz Roja cada mañana les hacían revisiones para evitar una epidemia. Pero esta era la parte más organizativa, después estaba la parte más reivindicativa. A alguien se le ocurrió (y moriré sin saber quién) que los de Justicia y Paz podríamos proponer una intermediación. En ese momento, el presidente de Justicia y Paz era Joan Gomis, pero estaba como estoy yo ahora, con un cáncer terminal galopante. Y como yo era el vicepresidente, me trasladaron la responsabilidad de esta negociación. Te aseguro que fue entusiasmador. Fueron tres meses de ir día sí y día también en la iglesia del Pi a empezar una negociación, donde había representantes de la Generalitat, de las ONG, de los inmigrantes, para ver qué se podía hacer. Como había marroquíes, senegaleses, urdus, cada una de las discusiones las tenías que hacer por lo menos en cuatro lenguas. De modo que un debate que podía durar diez minutos, de entrada duraba una hora.
– Y como lo pudisteis resolver?
Es verdad que el gobierno civil no tenía ganas de que aquello se le fuera de las manos, y mi actuación máxima, personal, fue lanzarme a la piscina. El gobierno civil dijo: «Nunca daremos papeles bajo presión, pero si se los da usted, no nos opondremos.» En representación de Justicia y Paz, les firmé un papel, a novecientos inmigrantes, donde decía que si abandonaban la iglesia, el gobierno civil les daría el permiso. Pero la responsabilidad era mía. Y el gobierno civil cumplió su parte. Este es de los mejores recuerdos que me llevo al otro barrio.
– Otro momento importante de reivindicación social fue el movimiento del 15M, en 2011, diez años después. Como el valore ahora?
-El movimiento del 15M tenía su punto neurálgico en la plaza de Cataluña de Barcelona. Y Justicia y Paz tenía su punto neurálgico en la calle de Rivadeneyra, junto a la plaza de Cataluña. Cuando iba cada día a Justicia y Paz, pasaba por allí. El día 15 de mayo de 2011 estaba prevista una manifestación de grupos como los sin papeles, los que reclamaban las pensiones, etc. Y como yo pasaba por la plaza en ese momento, me vieron y me pidieron que leyera un manifiesto antes de comenzar la manifestación. Y mientras esto ocurría, justo entonces, se estaba muriendo mi hijo. Tenía un cáncer. Al igual que yo ahora, repartido por todo el cuerpo. Y a mí lo que me pasaba era que durante el día estaba en la plaza de Cataluña con estos chavales y por la noche, cuando llegaba a casa, mi hijo, que ya estaba muy acabado, me consolaba. Me daba ideas de qué cosas se tenían que hacer. Y quiso que le llevara a la plaza de Cataluña con silla de ruedas a manifestarse con aquella gente. Y para mí fue de aquellos momentos vitales que lo vives todo al mismo tiempo. El 15M al final fue como fue, con unas reivindicaciones que se lograron y otras que han quedado diseminadas en lo que llaman las Mareas.
– De ese momento también se deriva la aventura del Proceso Constituyente, en 2013.
-Aquello fue diferente, una aventura de carácter político. Aquí intervine como persona llamada. Porque había diferentes grupos con los que simpatizaba mucho, que pretendían algo que siento que me voy a morir sin haberlo visto, que se llama la unidad de la izquierda. A mí me hubiera gustado que toda la izquierda fuera junta. Y esta idea estaba. Y fueron a buscar la Teresa Forcades y a mí mismo, a ver si podíamos dar encabezamiento, dar nombre, al movimiento. Me vinculé al 100%. Y aunque el Proceso Constituyente no ha desaparecido, ahora es muy amortiguado.
– Aunque el Proceso Constituyente fracasó, lo continúa considerando un proyecto de valor?
-Me costó mucho desentenderme de las propuestas. Porque había cosas muy bonitas y atractivas. Pero yo nunca había querido pertenecer a ningún partido político y, por tanto, se me escapaba un poco, y por otra parte, me daba cuenta de algo mucho peor, que soy un inepto y que soy incapaz de salir adelante en ninguna actividad política. Puedo ser hablador, puedo estar en movimientos sociales, pero como político, cero patatero .
– Tal vez la unidad de las izquierdas no es posible, pero por qué es tan difícil llegar a acuerdos más concretos de carácter social?
-Me hubiera gustado que llegaran a acuerdos. Además, si lo miras con profundidad, diferencias fundamentales de ideología, tampoco tienen. Yo diría que aquí juegan dos cosas: personalismos y estrategias políticas. Y esto lo destroza todo.
– Quisiera preguntarle por los presos políticos y los exiliados. Hay solución?
-En este país falta libertad y la solución, ¿cuál es? Meter en la cárcel el ministro de Justicia, meter en la cárcel a Llarena, a todos los que han redactado la constitución, esta es la solución. Son personajes impresentables, delincuentes todos. Y echar al primero, el más culpable de todos, que es un monarca que no se llama Juan Carlos I sino Felipe VI, hasta el último cargo político. Todos fuera! Quizás me agobio demasiado.
– Ha dicho que el proceso de independencia le ha faltado hasta ahora el debate sobre qué país queremos. Qué Cataluña le gustaría para sus nietos?
Creo que el debate sobre el proceso independentista ha tenido tres déficits importantes. El primero es la precipitación. Nos pusieron la miel en la boca (y a mí, el primero), sin que hubiera ni cifras objetivas ni el conocimiento de la gente. El segundo, no hemos definido el país que queremos. Y qué país queremos? Un país sin ejército. Nunca Cataluña debería tener ejército. Un país donde las entradas y salidas de la gente sean libres, para que la migración sea completamente abierta. Un país donde no haya banca privada (yo no quiero una Cataluña delictiva). Un país donde la ecología sea salvaguardada. Un país donde no haya empresas que ganen dinero (las empresas deben ser cooperativas). Esto sería para mí el país. Y la tercera cuestión, que también considero importante, aunque hay gente que me lo discute, es que un país como Cataluña debe tener la capacidad de explicar a los demás. Yo lo hice una vez. Me pidió que fuera a León a explicarles qué era la independencia de Cataluña. Fui y luego me dijeron: «Esta independencia también la queremos nosotros.»
– Y supongo que desea una Cataluña republicana, también.
-Hombre, claro, no sé por qué he pasado al ejército sin pasar por la república. Por supuesto. Una monarquía no se entiende, es algo previo a la Revolución Francesa. No se puede admitir nunca, nunca. República siempre!
– Ha dicho que el miedo es una gran enemiga de la libertad. Y también, en el contexto de la pandemia, que «nos hacen tener más miedo de la que quizás deberíamos tener.» Cómo lleváis el miedo con la situación en que se encuentra?
-Creo que llegará. De momento no he tenido, pero llegará, forzosamente llegará. Tengo una especie de sentencia, que se puede decir pena de muerte, porque la sentencia médica dice: usted es un enfermo terminal, tiene un cáncer generalizado, no puede hacer nada, le quedan pocas semanas de vida. Pero quizás todavía no he tomado conciencia. He tenido tanto cariño cerca de mí, tanta capacidad de estimación, tanta gente que me rodea, tantas visitas. Pero hay algo que sí me agobia y es que seguí muy de cerca la muerte de mi hijo. Y lo hizo con tanta elegancia! Él, que tenía veintiocho años, que era perseguido por un cáncer dolorosísimo, mantuvo una dignidad extraordinaria. De modo que, como mínimo, tengo que mantener un 10% de la que él tuvo. Y no lo sabré hacer. Él sabía mucho y yo no. Y eso sí que me da miedo.
– Desde fuera vemos este proceso hacia la muerte de una manera nada convencional, rompiendo tópicos, compartiendo el afecto con la gente. La página web que abrió su familia para que quien quiera pueda dejar mensajes de afecto, gratitud, admiración y consuelo, es una muestra. Ya hay más de 6.650!
-Eso es cierto. Si tú quieres, es una pequeña vanidad mía. Porque cuando una persona se muere, en general al día siguiente se suele hablar bien de él. Cuando supe que me moría, pensé: «Las pequeñas alabanzas que te pueden hacer, las leerá todos, pero tú no, que estarás muerto.» Y entonces un hijo mío que es informático me dijo: «Ya te lo arreglaré yo.» Y abrió esta web. Y he tenido la suerte de leer estas pequeñas alabanzas (unas cuantas, no todas), y eso, si quieres que te diga la verdad, es ser presumido, pero me gusta y me conforta.
– Más allá de la pequeña vanidad que representa, también es una manera de mirar toda una vida.
-Sí, es una mirada retrospectiva. Cuando has estado ante 17.000 estudiantes, que han pasado por mis aulas, te das cuenta que a muchos les ha servido. Unos me dicen que fui un buen profesor, otros que los cambié el pensamiento y algún me ha llegado a decir que cambió de trabajo y dejó de trabajar en un banco.
– ¿Se ha convertido en referente de más de una generación.
-Nada. Mira, yo he tenido suerte del lugar donde nací, la familia en que caí, la escuela donde fui, la universidad donde estudié, el periodo universitario mío, la mujer con la que me casé, los hijos que he tenido , los amigos que me han rodeado, las organizaciones en que he trabajado … Todo esto son una serie de carambolas que me han hecho. Yo, personalmente, cero. Aquellos pequeños con los que trabajaba hace veinte años, que venían de Argelia, que dormían en la calle, no han tenido estas condiciones favorables que he tenido yo. A ellos sí les era difícil. A mí me ha sido más fácil.
Por Montserrat Serra / Albert Salamé / Carles Garcia Publicado el 1 Mar, 2021
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