El Secretario General de UGT, Josep María Álvarez, ha declarado recientemente en una entrevista que uno de sus objetivos es hacer que los militantes del PP se sientan cómodos dentro de UGT. Inaudito. Las consecuencias que podrían acarrear esas declaraciones supondrían un terremoto sindical sin precedentes en este país. Tal vez eso sería bueno para el panorama tan marchito de estos tiempos. Probablemente removería los cimientos de esa histórica organización y todas sus bases.

Todos esos (cada vez menos) delegados de empresas pequeñas, de sectores precarios y explotados en continúa confrontación contra la patronal en defensa y conquista de sus derechos, toda esa afiliación que sufre una reforma laboral ante la que su sindicato convocó dos huelgas generales contra el Gobierno del PP, todos esos trabajadores que sufrieron persecución y despidos en los años setenta, se revolverían contra la Dirección del sindicato y reconducirían su errada trayectoria. Un militante del PP jamás podrá sentirse cómodo en una organización que cuestione las reformas laborales, los recortes en sanidad y educación, los desahucios, las guerras, la violencia policial, la negativa institucional ante las exhumaciones de fosas comunes, etc… A no ser que esa organización deje de cuestionarlo. Pero, tras esas declaraciones, nada ha sucedido.

Ya todo da igual. Estamos tan acostumbrados a escuchar este tipo de barbaridades que ya nadie se escandaliza por nada. O tal vez lo que sucede es que la mayor parte de ese sindicato piensa así. Quizá su estrategia consista en pasarse al enemigo para que su estructura se perpetúe y seguir disfrutando de sus privilegios a costa de asesinar el sindicalismo de clase, o el sindicalismo a secas, porque esto es otro nivel. UGT ya se ha convertido en una gran empresa del sector servicios. Han llevado la “paz social” demasiado lejos. Incluso han aplicado la Reforma Laboral a sus propios trabajadores. Al día siguiente CC.OO decidió subirse también al carro de las estupideces para no dejar sola a su eterna compañera de viaje: “ser sindicalista no es incompatible con ser de derechas”. Lo escuchas y te das cuenta de que el mundo ya no tiene arreglo, de que en occidente vivimos en un eterno colocón a causa de algún psicotrópico que nos echan en el agua. Esto ya no hay quien lo pare.

El sindicato históricamente vinculado al Partido Comunista hace compatible ideas diametralmente opuestas. Revolución contrarrevolucionaria, progresistas conservadores, empresarios sindicalistas, izquierdistas de derechas… Organizaciones obreras con trastorno bipolar iluminadas por la esquizofrenia. Recuerdo a viejos compañeros, ya jubilados, que cuando ingresé en la fábrica me decían: “niño, recuerda: no hay nada más tonto que un obrero de derechas”

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