El pensamiento e ideología neoliberales están de capa caída y a la defensiva, pues las políticas públicas inspiradas en su dogma han mostrado claramente un enorme impacto perjudicial para la calidad de vida y el bienestar de las poblaciones expuestas a ellas. El gran dominio que este pensamiento tuvo en organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional o en fórums como el de Davos, así como en los establishments político-mediáticos que lideran la Unión Europea (y, muy en especial la Eurozona) y en gran número de gobiernos, principalmente en los de los países localizados a los dos lados del Atlántico Norte, está siendo sustituido por otras sensibilidades políticas que están intentando revertir las reformas laborales regresivas (que debilitaron el mundo del trabajo) y sus políticas de austeridad y recortes de gasto público (que debilitaron la protección social frente a la pandemia), dando mayor protagonismo al intervencionismo público que intenta poner el bien común por encima de los intereses particulares de los lobbies empresariales y financieros que han dominado la acción pública de muchos de estos gobiernos en los últimos años.
Un hecho global que ha acelerado este abandono del neoliberalismo ha sido la pandemia de coronavirus, que ha mostrado con toda crudeza los enormes costes que ha tenido para la mayoría de esos países la aplicación de aquellas políticas, al debilitar -a base de recortes del gasto público- los servicios públicos, como la sanidad y otros servicios del Estado del Bienestar, imprescindibles para contener tal pandemia. El protagonismo de lo público ha sido, precisamente, resultado de las enormes limitaciones y daños causados por el neoliberalismo.
La respuesta del neoliberalismo, también llamado ultraliberalismo
No es extraño, por lo tanto, que la derecha neoliberal, apoyada por grandes grupos empresariales, se haya movilizado para criticar este nuevo énfasis en lo público y el deseo generalizado de aumentar el gasto público para corregir aquellos déficits tan marcados en los servicios públicos. El argumento de la ultraderecha es que es un gran error asumir que hay una necesidad de aumentar los recursos del sector público en servicios, por ejemplo, como la sanidad, pues según sostienen portavoces de este pensamiento, los países asiáticos han sido más exitosos que los países occidentales en el control de la pandemia, y ello a pesar de tener un gasto y un sector públicos mucho menores que, por ejemplo, el de los países europeos, concluyendo así que el énfasis en gastar más en sanidad y servicios públicos está equivocado, pues es irrelevante para dar solución a los problemas derivados de la pandemia.
Sostienen tales portavoces que el punto clave no es el tamaño del sector público, sino la calidad en la gestión de los servicios públicos, subrayando que los países asiáticos tienen unos Estados con gasto público mucho más bajo que en Europa y, en cambio, tienen indicadores de contagio y mortalidad por coronavirus menores debido, según tales portavoces, al estar sus Estados mejor dirigidos por sus clases políticas y mejor gestionados por sus empleados públicos que los países europeos. Atribuyen a aquellos Estados asiáticos una cultura empresarial, común en el mundo de los negocios privados en los países europeos, que perciben ausente en los servicios públicos europeos. El problema radica, pues, en la baja calidad del sistema de gobierno, tanto en el componente político como en su aspecto administrativo y funcionarial. De ahí que su solución sea el cambio profundo de estos sectores a través de la introducción de la cultura empresarial, tanto entre los políticos (incluyendo más empresarios provenientes del sector privado en la vida política) como entre el funcionariado y personal de la administración pública siguiendo las normas del mercado.
El neoliberalismo en España
En España, Vox ha sido el mayor promotor de esta postura en la ultraderecha española. En mi presentación ante el Grupo de Trabajo de Políticas Sociales y Sistema de Cuidados, en la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica del Congreso de los Diputados, propuse que se diera gran prioridad a la expansión del subfinanciado Estado del Bienestar español, incluyendo servicios como la sanidad, los servicios sociales y los servicios de ayuda a las familias -El Cuarto Pilar Del Bienestar, además de la vivienda, cuyos déficits se han hecho patentes durante la pandemia. El representante de Vox intentó menospreciar mi intervención, afirmando, en medio de una gran cantidad de insultos, que lo que yo pedía era irrelevante para el control de la pandemia en España, pues los países asiáticos lo habían hecho mejor, consiguiendo menor mortalidad debido al coronavirus que en España, a pesar de tener un gasto público en sanidad mucho menor. Me parecería normal y deseable que en las Cortes Españolas hubiera una posibilidad de debate, lo cual es difícil, cuando no imposible, cuando va acompañado del odio y la hostilidad que las ultraderechas siempre muestran para ocultar su enorme ignorancia.
En Catalunya los sostenedores de tal tesis neoliberal con mayor visibilidad mediática son economistas (conocidos algunos de ellos por su propuesta de privatizar las pensiones, como hizo el general Pinochet en Chile) ampliamente promovidos por los medios de información de la Generalitat de Catalunya (controlada e instrumentalizada en extremo por los sucesores del pujolismo), TV3 y Catalunya Ràdio. Estos economistas, también con un tono muy insultante, han definido a las autoridades de izquierdas, y muy en particular al gobierno español, como ineptos e incompetentes, señalando como prueba de ello su tardía respuesta a la pandemia, así como la gran escasez de mascarillas y material protector, que contrastaba con la rápida respuesta de los gobiernos asiáticos, los cuales dispusieron de abundante material protector desde el principio.
Veamos los datos ocultados o ignorados en el argumento neoliberal
Los países asiáticos que los neoliberales ponen como ejemplo son aquellos supuestamente representativos de la experiencia de aquel continente: Singapur, Taiwán, Corea del Sur y Japón, de los cuales los países europeos deberían aprender. Es interesante que no incluyan entre estos países a China o Vietnam, que tienen indicadores tan buenos o incluso mejores que los citados. De incluirlos, se debilitaría enormemente su argumento de que el éxito de estos países se debe a la calidad de sus equipos gobernantes, afirmación que es poco probable que los neoliberales vayan a hacer, considerando que son regímenes comunistas en los que el sector público juega un claro protagonismo, con escasa o nula gestión empresarial en los sectores sanitarios. En realidad, la causa del supuesto éxito de los países asiáticos, tanto de los democráticos como de los dictatoriales, tiene poco que ver con la actitud empresarial de sus Estados, y si mucho que ver con otras causas que no son citadas e ignoradas en los argumentos neoliberales.
Las causas ignoradas por los neoliberales de la mejor performance ante las epidemias de los países asiáticos
Una de las causas más importantes es que estos países han sufrido gran número de epidemias en los últimos años: la gripe asiática (H2N2) en 1957; la gripe de Hong Kong (H3N2), en 1968; la gripe aviar (H5N1) en 1997; el síndrome respiratorio agudo grave (SARS) en 2003; la gripe A (H1N1) en 2009; y el coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) en 2015. Tienen, pues, experiencia y recursos disponibles y, por lo tanto, la pandemia de ahora no es una situación nueva para Asia. Las últimas epidemias, como el SARS en 2003 y el MERS en 2015, impulsaron a muchos países asiáticos a invertir en infraestructuras robustas de atención sanitaria y de salud pública, que estaban ahora bien equipadas para hacer frente a la pandemia de coronavirus. Todos ellos respondieron a la pandemia rápidamente, mucho más que los países occidentales, teniendo además los recursos protectores como mascarillas desde el principio.
En el mundo occidental no se tenía esa experiencia para responder a una situación tan nueva. De ahí que su respuesta fuera más tardía y no hubiera el material -como mascarillas y respiradores- que sí tenían los que habían sufrido pandemias anteriormente y con gran frecuencia. Es más, países como España e Italia habían visto reducir tales recursos de una manera muy notable en los años previos a la aparición de la pandemia debido a la aplicación de políticas publicas neoliberales por parte por sus gobiernos. Ello explica, en parte, la elevada mortalidad, incluso entre los profesionales y trabajadores del sector sanitario. En Europa, el país más exitoso en el control de la pandemia no ha sido Alemania (como erróneamente se afirmó en el programa Preguntes freqüents de TV3 por parte de uno de los economistas ultraliberales), sino Noruega, que tiene un gasto sanitario público mayor que Alemania, el cual también es mayor que el de España. Naturalmente que también ha habido otros factores que influyeron, pero no es correcto infravalorar la importancia de disponer de unos servicios sanitarios públicos bien financiados y dotados de recursos, refiriéndose a los países asiáticos (que tienen un gasto público menor) como prueba de que esta variable no es importante.
Impactos culturales
Como decía, hay otros factores que también son importantes. En gran número de los países asiáticos mencionados el uso de las mascarillas está muy extendido para protegerse de enfermedades respiratorias o para protegerse de las condiciones ambientales muy deterioradas en sus centros urbanos. No es así en los países occidentales, donde la mascarilla no es de uso generalizado. Añádase a ello una deficiente gestión de la OMS, que varió en sus propuestas tras haber negado lo que la Escuela de Salud Pública de Johns Hopkins University y muchos otros centros de estudio de la pandemia habían indicado desde el principio. La evidencia de que la mascarilla protege tanto al que la usa como al que se tiene enfrente está muy bien documentada. Es sorprendente que la OMS tardara tanto en reconocer la vía aérea como como una de las principales vías de transmisión, así como el impacto positivo de utilizar la mascarilla (siempre y cuando fuera adecuada).
Medidas de salud pública tomadas como consecuencia de la experiencia con epidemias anteriores, frecuentes en aquellos países
Fue también la exposición anterior a las pandemias lo que explica que aquellos países asiáticos, con la excepción de Japón, dieran gran prioridad desde el inicio del brote a hacer pruebas rápidas de rastreo y aislamiento de todos los casos (y no solo los más graves), mientras que en Europa estas medidas de rastreo han sido mucho más tardías. En China se hicieron rastreos a la población de ciudades enteras. Es más, los aislamientos y cuarentenas no se hicieron tanto en casa sino en instituciones, aplicando sistemas innovadores de vigilancia y rastreo mediante dispositivos electrónicos, utilizados ya ampliamente en los servicios de seguridad y la policía (como en Corea del Sur) y no tanto en salud pública. Las aplicaciones para hacer rastreo de contactos están masivamente instaladas en los teléfonos inteligentes de los ciudadanos, y son utilizadas para localizar a las personas contagiadas y a aquellas personas que han estado cerca de ellas. Estas y otras medidas, como el seguimiento en la utilización de las tarjetas de crédito y las imágenes en cámaras públicas de vigilancia, son también ampliamente utilizadas en muchos de estos países. Tales medidas parecen haber sido aceptadas por la población del continente asiático, la cual, repito, ha experimentado varias epidemias a lo largo de un período relativamente corto de tiempo, lo que ha creado una cultura de solidaridad y vigilancia colectiva que otros países -como los europeos- que no se han visto sujetos a tales situaciones en su pasado reciente podrían ser reticentes a aceptar.
Además de estos factores diferenciales de los países asiáticos hay otros elementos particulares que han contribuido al éxito de algunos de ellos, como es su insularidad y fácil control de sus fronteras como ha sido el caso de Taiwán. Pero en todos ellos, la pertenencia a un continente con amplia experiencia en epidemias ha socializado a la población y a la sociedad a responder rápida y efectivamente el peligro de esta pandemia de coronavirus.
Tal experiencia asiática no demuestra pues, que tener unos servicios sanitarios públicos (que incluyen los servicios de salud pública) bien dotados y financiados sea una variable de escaso valor e incluso irrelevante, ni tampoco es probable que el mejor control de la pandemia sea resultado de unos servicios públicos gestionados y dirigidos políticamente bajo una cultura empresarial favorable a seguir las sacrosantas leyes del mercado.
De hecho, hay gran diversidad de sistemas de gestión de sus servicios públicos en el continente asiático con culturas casi opuestas igualmente o más exitosas que las definidas como empresariales por los neoliberales. El quid de la cuestión es que todos estos países han tenido muchas más epidemias que los países occidentales, lo que les ha dado mayor experiencia. Todo ello sin descontar variables culturales y de experiencia común, que tienen poco que ver con los argumentos promovidos por los autores neoliberales. Para evaluar el impacto de una política pública de un país, no puede utilizarse el impacto de la misma política en otro país sin antes comparar el contexto económico, político, cultural y social de ambos, cosa que no hacen los neoliberales, asumiendo que tal contexto en los países a ambos lados del Atlántico Norte es comparable al de los países asiáticos, lo cual no es cierto.
El fracaso de actuar desde una óptica empresarial contra la pandemia: el caso de Trump
Otra postura ampliamente extendida entre las ultraderechas es la de que debe priorizarse la actividad económica por encima de todo lo demás, evitando por todos los medios los confinamientos domiciliarios. El mejor ejemplo de tal postura ha sido el presidente Trump, el máximo exponente del ultraliberalismo nacionalista. Lo que este argumento parece olvidar es que sin control de la pandemia no habrá recuperación económica. En realidad, la administración Trump ha mostrado a dónde lleva la introducción del espíritu empresarial en la administración pública: a una enorme ineficacia, además de corrupción, así como a un cuestionamiento y enfrentamiento con las sociedades científicas y expertos en salud pública, lo que ha llevado a una situación en la que un país como EEUU que representa solo el 4% de toda la población mundial, represente casi el 19% de todas las muertes por coronavirus. Es más, EEUU ha mostrado la enorme ineficiencia del modelo empresarial en la gestión de la sanidad, la mayor parte de la cual está privatizada. Es el país que se gasta más en sanidad (alrededor de un 17% de su PIB, la mayoría de gasto privado) y, en cambio, es el país que tiene uno de los indicadores más pobres de salud del mundo desarrollado (según el informe de Human development de las Naciones Unidas, EEUU es de los países con peores indicadores de salud entre los países desarrollados, el número 38 de un total de 40), con un mayor número de personas sin atención sanitaria y con un mayor porcentaje de la población que desea cambiar el sistema de gestión empresarial del sistema sanitario. Es un sistema con excelentes profesionales y centros sanitarios, pero la financiación y la gestión controladas por las compañías de seguro privadas son un desastre. Incluso el presidente republicano Nixon lo definió así. La pandemia ha mostrado claramente las enormes insuficiencias de tal modelo empresarial.