Los parias de la tierra, quienes luchamos por convertirla en un mundo libre de explotación y opresión, tenemos varios frentes abiertos.
Por un lado, el capitalismo global, en su actual crisis de beneficios, no sólo nos roba derechos y libertades ganados con la lucha de nuestros antepasados, no sólo impide que se conquisten allí donde nunca los hubo o hace tiempo se perdieron; sino que, además, pergeña nuevas formas de explotación que nos acercan más al estado de esclavitud, mientras tratan de moldear nuestra conciencia a sus intereses a través de sus poderosos medios de manipulación y atontamiento de masas.
Darle la vuelta a esta situación requiere la labor hercúlea de volver a construir una organización de clase, autónoma, independiente de los sindicatos y partidos de la pseudo-izquierda vendidos al sistema, dotándonos de unos medios de comunicación y formación propios, y fundamentalmente internacionalista.
Por otro lado, los países hegemónicos del capitalismo mundial -hoy todavía Estados Unidos con sus satélites en Europa– necesitan la guerra para que sus burguesías mantengan su dominio y capacidad para extraer plusvalías y saquear recursos de cualquier pueblo y lugar.
El llamado “complejo militar-industrial”, conformado por EE.UU y sus aliados de la OTAN, es un gigante que se nutre del asesinato, el sufrimiento y el empobrecimiento de millones de personas y la destrucción de países enteros. Solo en este siglo: Afganistán, Irak, Libia, Siria, pero también Somalia, Yemen, Paquistán (que conocen bien el bombardeo con drones del señor Obama, ese Premio Nobel de la Paz).
Pero esta destrucción y saqueo no serían posibles sin la colaboración de agencias de inteligencia que actúan bajo capa de una miríada de ONG’s, institutos, fundaciones y think tanks académicos, y de las empresas mediáticas que diseminan urbi et orbi las falsedades que los justifican. Manufacturar armas es tan importante como manufacturar consentimiento para su macabro uso. Y el fin justifica los medios.
La llamada “guerra contra el terror” es una farsa, porque hoy contamos con sobradas evidencias de que los grupos de yihadistas islámicos que han campado a sus anchas en Afganistán, Irak, Libia, Siria y otros lugares en África y Asia, y a los que supuestamente se combatía, fueron financiados, organizados y armados por los servicios de inteligencia de los países centrales de la OTAN.
El movimiento contra la guerra tenía razón. Hasta el miembro de un parlamento -el británico- y un partido -el laborista- que más han contribuido a las masacres de este siglo, ha tenido la valentía de reconocerlo públicamente. Un movimiento que era fuerte todavía cuando se iniciaron las invasiones de Afganistán (2001) e Irak (2003), pero que se ha ido desvaneciendo desde entonces. No entraremos aquí en los motivos (lo dejamos para posteriores análisis), sino en la necesidad imperiosa de revitalizarlo y hacerlo cada vez más combativo a nivel internacional. Razones sobran.
Aparte de que es una hipocresía llamar Defensa (ministerio, departamento, fuerzas de Defensa) a lo que es claramente Ofensa, y de lo extremadamente dudoso moralmente que es extraer beneficio económico o político de matar inocentes, hay otros aspectos que inciden en nuestro rechazo a seguir alimentando con nuestros impuestos y consentimiento al complejo militar-industrial-mediático-capitalista que representa la OTAN y su director de la Casa Blanca.
En primer lugar, en los ejércitos regulares quienes componen la carne de cañón somos en buena medida las clases explotadas y oprimidas, al igual que quienes más sufren las agresiones en los países diana. Mientras matamos a nuestros iguales, los altos mandos operan seguros en sus despachos y los ejecutivos y accionistas de las empresas armamentistas se forran.
El ejército de EE.UU, por ejemplo, se nutre de hombres y mujeres para los cuales el único medio de poder estudiar y tener atención médica sin endeudarse por vida es el alistamiento. Aun así, a muchos de los que logran volver de las “misiones en el exterior”, destrozados física y psicológicamente, el gobierno los abandona. Son objetos de usar y tirar.
En segundo lugar, las intervenciones militares de EE.UU y la OTAN no solamente han matado a millones de personas y provocado riadas de refugiados, sino que también han cometido horrendos crímenes de guerra, muchos de los cuales han quedado impunes. Señalemos las salvajes torturas infligidas a los conducidos a cárceles secretas o “puntos negros” organizados por la CIA, como el de Guantánamo, así como las violaciones a mujeres, niñas y niños también por parte de las fuerzas de ocupación, incluidos mercenarios, y locales ¿Qué autoridad moral pueden tener EE.UU y sus lacayos de la OTAN para exigir el respeto de los derechos humanos a otros países?
Solo un pequeño botón de muestra de estos horrores, que en gran medida son consecuencia del entrenamiento y las drogas que se reparten a la tropa por los mandos superiores: En 2006, en Irak, tres soldados estadounidenses entraron en la casa de una familia iraquí, violaron a una niña de 14 años, la mataron de un disparo y quemaron su cuerpo de cintura para arriba. También asesinaron a sus padres y a una hermana de 6 años. Este era el quinto caso abierto por sucesos similares, pero el ejército estadounidense gozaba todavía de un estatuto de inmunidad para delitos cometidos por sus tropas en país extranjero.
En las guerras, declaradas o no, las mujeres y niñas son el objeto de la violencia más extrema por el hecho de ser mujeres, y cuanto más indefensas mejor. Sistemáticamente sufren el castigo, la humillación y la tortura suplementaria de la violación antes de ser asesinadas -cuando no mueren durante esta brutal agresión- o de ser encarceladas. Muchas se ven, además, abocadas a prostituirse para su mera supervivencia o la de sus hijos, o son raptadas para convertirse en esclavas sexuales. No hay nada más opresor para nosotras que la guerra, ni nada más traumático para la infancia.
Exijamos el cierre de las bases militares estadounidenses
El complejo militar-industrial de EE.UU tiene cerca de 800 bases militares repartidas en 70 países. Uno de ellos es el Estado español, miembro de la OTAN desde 1986 y, por tanto, cómplice de todas sus atrocidades.
El actual gobierno de España ha renovado en mayo de este año el permiso para mantener las dos bases estadounidenses de Rota (Cádiz) y Morón de la Frontera (Sevilla). Esta última, que se ha ampliado recientemente, está orientada a misiones de EE.UU y la OTAN en Africa y pertenece al AFRICOM (Mando África de Estados Unidos, que le permite a Occidente el saqueo de las riquezas del continente africano). La base de Rota, la más importante, acoge de manera permanente los destructores norteamericanos del Escudo Antimisiles contra Rusia. En 2017 se utilizó para atacar a Siria.
Además, entre 2001 y 2005, el Gobierno español permitió que los vuelos ilegales de la CIA que transportaban a detenidos y secuestrados a los “puntos negros”, especialmente a Guantánamo, pasaran libremente por nuestro espacio aéreo.
Destapemos la hipocresía y la traición de la pseudo-izquierda
Lamentable fue que en el referéndum sobre la integración de España en la OTAN de 1985 el PSOE -entonces en el gobierno y presidido por el actual notorio extremo-derechista Felipe González– en su acostumbrada táctica de engañar a la población, se posicionara “de entrada no”, cuando quería decir a toda costa Sí y por ello apostó censurando la postura del NO en los medios.
Pero más indignante resulta el giro que han dado Izquierda Unida y el PCE, que en el pasado lucieron la insignia de OTAN NO, BASES FUERA, y ahora se muestran complacientes con la renovación del permiso de las bases militares de EE.UU y la permanencia de España en la OTAN.
Según el coordinador general de Izquierda Unida y actual ministro de consumo, Alberto Garzón, las bases de Rota y Morón hay que mantenerlas porque “los empleos es lo primero que hay que preservar”. Un argumento que podría haber dado cualquier político de la derecha, mientras en la realidad la mayoría de puestos de trabajo estables, en la base de Rota al menos, los cubre personal extranjero.
Ni que decir tiene que su socio de coalición, Unidas Podemos, ha recorrido el mismo vergonzoso camino pero en mucho menos tiempo. Esta nueva alianza de la pseudo-izquierda con el imperialismo Otanista viene a ratificar que tanto en política interior como en política exterior traicionan a quienes nos esforzamos por librarnos de las cadenas de la explotación, la opresión, la crueldad y la miseria que el capitalismo genera en la mayor parte del mundo.
El grito de ¡OTAN NO, BASES FUERA!, y la organización necesaria para hacerlo realidad, es cada vez más apremiante. No se trata de ninguna nostalgia. Se trata de ganar una vida que merezca llamarse humana y evitar el sufrimiento de millones de personas.