Inicio PolíticaMemoria Historica Verdad, justicia y reparación para los 5 obreros asesinados en Gasteiz el 3 de Marzo de 1976

Verdad, justicia y reparación para los 5 obreros asesinados en Gasteiz el 3 de Marzo de 1976

por CGT-LKN EuskaL Herria

Han pasado 45 años desde la masacre de Gasteiz. Una huelga general paralizaba Gasteiz y varios miles de trabajadores se dieron cita en la parroquia del barrio de Zaramaga. La Policía Armada, siguiendo instrucciones superiores, realizó una acción de guerra en tiempo de paz. Lanzó gases lacrimógenos y botes de humo en el interior de la iglesia y cuando los obreros despavoridos intentaron ganar el exterior, fueron abatidos como conejos.

El balance en Gasteiz fue de cinco muertos y más de un centenar de heridos. Los fallecidos: Romualdo Barroso (19 años), Pedro María Martínez Ocio, Francisco Aznar (17 años), José Castillo y Bienvenido Pereda. El 8 de marzo en Basauri y en una manifestación de protesta por los sucesos de Gasteiz, la policía mataba a Vicente Antón Ferrero, de 18 años. El día 5, en Tarragona y en una manifestación tras la masacre de la capital alavesa moría, tras caer o ser arrojado de un tejado cuando le perseguía la policía, el obrero Juan Gabriel Rodrigo Knafo, de 19 años. El 14 de marzo, en una protesta por las muertes de Gasteiz frente a la Embajada española de Roma, la policía italiana disparó fuego real contra los congregados matando a un viandante, Mario Marotta e hiriendo gravemente a otros dos.

La respuesta del Estado español fue de reafirmarse en la actuación de sus policías. Para el gobernador civil de Araba, Rafael Landín, la «represión de la policía ha sido en algunos momentos insuficiente» lo que corroboraba la nota oficial del Gobierno de Arias Navarro: «La actuación de las fuerzas del orden ha estado encaminada a proteger el ejercicio de las libertades individuales». Ningún número de la Guardia Civil, ningún agente policial, a fin de cuentas los que dispararon y mataron obreros, fue imputado.

Jesús Quintana, el capitán que dirigió la masacre, señaló en la causa abierta que los obreros muertos estaban bien muertos, porque la Policía actuó en «defensa propia». No hubo, sin embargo, policía herido por arma de fuego, ni siquiera por arma blanca. Quintana, a quien Interpol pidió la detención y extradición, ha vivido tranquilamente como jubilado en Granada.

Fraga, el ministro de Interior entonces dijo: «No se van a tolerar planteamientos utópicos». «No fue una actuación excesiva, se estaba jugando mucho». Martín Villa, el ministro de Relaciones Sindicales (los sindicatos estaban ilegalizados) llegó a suceder a Fraga, y se metió luego empresario, de la marca España: Sogecable, Endesa, Prisa y consejero del Sareb.

Los obrero fueron tachados de delincuentes, terroristas y vándalos por los medios de comunicación de entonces. El TOP (Tribunal de Orden Público, antecedente de la Audiencia Nacional) se desinhibió de los sucesos en favor de un tribunal militar, cuyo instructor fue el teniente coronel Cipriano Pérez Trincado, voluntario requeté en 1936, relator de su particular «cruzada». Trató a las víctimas como entonces, enemigos. Los hechos fueron sobreseídos. Matar obreros era gratis.

Los empresarios alaveses, que presionaron para que los salarios fueran congelados, para que el escarmiento a los obreros rebeldes fuera de los que hacen época y marcaran a toda una generación, no aparecen en las crónicas históricas. Ellos, que se negaron rotundamente a la negociación, aparecieron entonces como paladines del acuerdo. Nombraron a un mediador vallisoletano que llevaba en Gasteiz varios años como juez de instrucción, Juan Bautista Pardo García. Pardo sería, ya en 1989, el primer presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco.

En línea con el apartado anterior de impunidad, los únicos detenidos fueron aquellos que la Policía señaló como dirigentes obreros, que ingresaron en la prisión de Carabanchel: Imanol Olaberria, Jesús Fernández Navas, Juanjo Sebastián y Emilio Alonso. Otros en Langraitz. Las víctimas fueron encarceladas y los verdugos, compañías acantonadas en Miranda, Valladolid y Gasteiz, felicitados por haber matado obreros.

Han pasado 45 años de la masacre del 3 de marzo. En esa construcción del relato, la víctimas siguen sin recuperar su lugar. Los verdugos, en cambio, engreídos, vanidosos, refugiados en su eterna impunidad.

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