Al aceptar este argumento como lo más natural del mundo se acepta implícitamente que todo esta permitido para ganar dinero, desde que un empresario mande a la calle a miles de personas, hasta que el estado garantice los negocios privados mediante el endeudamiento público, pasando por la naturalidad con que un político utiliza su poder para obtener beneficios de sus participaciones empresariales o que un dirigente sindical se beneficie por sus gestiones.
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