Inicio opinion La Espiral (Hordago): Pobrecitos los pobrecitos

La Espiral (Hordago): Pobrecitos los pobrecitos

por CGT-LKN Kalean
0 comentario

Vivimos imbuidos por el espíritu del beneficio. No me refiero al infinito beneficio empresarial, tan reprobable tanto en cuanto más palpable se hace la miseria por todos los rincones del planeta. Me refiero al beneficio económico personal, ese que se lleva por delante cualquier mecanismo crítico, si es que nos queda algo de eso, a la hora de enfrentarnos al consumo. Si es barato lo compro, y si lo puedo conseguir más barato, aún a costa de desplazamientos y molestias varias, no dudaré en hacer frente a las adversidades para conseguir mi objetivo. La oferta, el low cost, el chollo que no puedes dejar pasar, se ha convertido en el caballo de troya a través del cual, llegaremos con un carro lleno de objetos inútiles y una enorme sonrisa, a ser testigos de nuestra propia extinción.

El otro día hablaba en familia sobre la relación entre consumismo y explotación, a colación de unas ropas que habían comprado y que mis hijos, sin lugar a dudas, no necesitaban. Ante el precio irrechazable que tenían unas camisetas (6 euros por unidad), entablamos una discusión sobre las condiciones de explotación necesarias para que nosotras, aquí, pudiésemos comprar a precios tan asequibles. Todos los presentes en esa discusión, conocíamos la situación real de explotación laboral que sufren las personas que confeccionan esas prendas, sin distinción de edad, pero un par de las reflexiones me dejaron tieso, sin argumentos más allá de mandar a todos a freír espárragos (chinos o peruanos, que son más baratos): “Es que igual si no tuviesen esos 2 euros se morirían de hambre”. Poco menos les hacemos un favor. Y la otra: “Es que el mundo es así y no se puede hacer nada”

Zara, Kiabi, Decathlon,… y muchas otras empresas practican la explotación laboral aquí y allí. Sin embargo, son lugares que siempre mantenemos “a reventar” de público, y somos gente corriente la que lo hacemos, que protesta en las comidas familiares y de amigos contra la precariedad imperante pero que en busca de nuestro beneficio económico, optamos por atornillar una situación de absoluta injusticia, afectando de manera directa a otros y a nosotras mismas. Horarios de 10h a 22h, salarios de miseria, festivos abiertos, black fridays, bacanales nocturnas de consumo,… y acudimos en tropel.

En Bangladesh, por poner un ejemplo que no importa a nadie, 223.000 personas trabajan indirectamente para Inditex. El amigo Amancio se forra con el margen comercial que obtiene y nosotras, tiramos cada seis meses ropa al contenedor porque “por esos precios, puedes comprar mucha más”. Siempre de estreno, una maravilla. Eso sí, “¡pobres mujeres que murieron sepultadas! ¡No hay derecho!”.

Con la tecnología ocurre tres cuartas partes de lo mismo. Todas conocemos que para la elaboración de baterías (microelectrónica en general) se necesita coltán. Móviles, relojes que te cuentan los pasos, sirven de teléfono e informan de las horas de sueño profundo, gps, ordenadores, tabletas,… qué se yo!! Y todas conocemos las condiciones en las que miles de criaturas de la edad del mío -entre 6 y 9 años- sobreviven rascando las paredes de minas, y cuántos de ellos mueren sepultados o viven en régimen de esclavitud. Pero, ¿cuál fue el último aparato electrónico que llevamos a arreglar a algún servicio técnico? Ninguno. Los sustituimos porque con lo que cuesta la reparación te compras uno nuevo. “Pobres niños que explotan las mafias, ¡No hay derecho!”.

Lo hacemos con todo, incluidos los recursos naturales, aunque en nuestros hogares optemos por la salvación moral a través de la clasificación de residuos, concienciados con su importancia, mientras no tenemos reparo en los beneficios que nos reportan las deslocalizaciones de nuestras industrias más contaminantes a otros puntos del planeta, como no, los lugares más miserables. ¡Todo sea por mantener unos precios asequibles! Los científicos lo tienen claro y han disparado la alarma: la sardina del Atlántico está en situación crítica y debe suspenderse su pesca para salvar a la especie. La advertencia ilustra cómo se explotan los recursos marinos hasta llevarlos al borde del precipicio. El Gobierno de España niega el aviso científico y pretende que se mantenga cierto nivel de capturas. En Mercadona la sardina está a 3,50 euros/kg. Mercadona lleno de gente. Los pescadores, ¿qué cobrarán por Kilo? ¡Pobrecitos los pescadores! ¡Pobrecitas las sardinas! Mi frigo, entretanto,… lleno de sardinas.

Estos han sido ejemplos, simples si se quiere, en los que nos reconocemos todas en mayor o menor medida porque el consumismo nos atañe a todas la personas. Nuestros niveles de consumo son absolutamente desmedidos y no basta con ser conscientes, que ya sería un paso, sino que debemos descabalgarnos de esta locura. He de reconocer que no sé si queremos hacerlo. No necesitamos ni tantas cosas, ni tan baratas. La producción de bienes y servicios tienen un valor que estamos despreciando convirtiéndonos en verdugos de millones de personas y en víctimas de nosotras mismas. Es evidente, para quien quiera verlo, la relación directa entre el abaratamiento de los productos con la precarización de nuestras vidas. Si cada vez acortamos más la vida de las cosas que utilizamos y queremos comprar más y renovar antes, y lo queremos hacer a precios más accesibles, seguiremos viviendo sobre las vidas de muchas personas de aquí y de allí. Ni qué decir tiene que llevamos más allá del límite la explotación del ecosistema del que depende nuestra supervivencia por más que, una vez al año acudamos en bicicleta a celebrar el “día sin coches”. Parece no importarnos nada a pesar de darnos pena todo. Darnos pena no nos compromete a nada, así que ¡pobrecitos los negritos! ¡pobrecitos los chinitos! ¡pobrecitos… los pobrecitos! ¡pobrecitas de nosotras!

Crear PDFImprimir

Aviso legal. Esta web utiliza cookies para optimizar la navegación. Al continuar navegando está aceptando su uso y nuestra política de cookies y ver la forma de desactivarlas. (Política de privacidad) Internet Explorer, FireFox, Chrome, Safari Aceptar Leer más

Share