Han pasado los Sanfermines. Mismos “balances positivos”, mismo número indeterminado de agresiones sexuales. Cada año igual pero ni los unos, ni las otras faltan a su cita. Y no son los Sanfermines, ni el alcohol, ni las drogas, ni cualquier otra cosa que trate de quitar hierro a lo brutal, en esencia, de nuestra sociedad. La desigualdad entre hombres y mujeres permanece inalterable por más que nos quieran vender que el machismo es cosa del pasado. Debiera ser cosa del pasado pero está asquerosamente presente en nuestras vidas.
Lo vemos en los trabajos, en los salarios, en el deporte, en la televisión, en los puestos de Poder, en el reparto doméstico de las tareas, en los roles que asignamos a nuestros hijos -muchas veces de forma involuntaria aunque esto no nos exima de responsabilidad-… incluso en el lenguaje que utilizamos, en el que utilizo. Y claro, ante este panorama no es de extrañar que algún descerebrao se crea con el derecho de poder usar para su disfrute a alguien que, de entrada y para su entendimiento, está a su disposición. El escaso nivel que esta sociedad demuestra para sobrellevar la frustración hace el resto. Voila! otra mujer agredida.
Más allá de todo esto, está lo que podemos hacer para romper esta cadena. Y la solución no es fácil, entre otras cosas, porque no está sólo en nuestras manos. Ójala lo estuviera. Somos muchas las personas conscientes de los innumerables tics machistas que aún sin querer, conservamos en nuestra conducta cotidiana y es obligación exclusivamente nuestra el eliminarlos. No hay excusa.
Sin embargo no es suficiente. Es necesario que las mujeres avancen en su estatus social. No en ese estatus que las iguala en derechos formales pero que las condena, de facto, a ser personas de segunda aún constituyendo la mitad de la población mundial. No. Han de avanzar en ese otro estatus real que, sin necesidad de pedir ningún tipo de permiso a nadie, las aúpe hasta donde ellas quieran llegar. Son ellas y sólo ellas quienes, de la forma que mejor crean, se han de organizar para hacerse respetar. Como cualquier otra conquista social si no se defiende se acaba por perder. Muchos estaremos a su lado (si quieren). Ahora se habla mucho de empoderamiento. Bien se podría aplicar ese término o conciencia de género, ¡qué más da! Organización y lucha.
Si realmente buscamos una sociedad más justa e igualitaria, la igualdad de género no se puede quedar atrás ya que sin ella, sin ellas, jamás alcanzaremos la justicia social. Eraso sexistarik ez!!
