El absentismo es ideología

Domingo 13.10.24 EL DIARIO VASCO
IÑAKI  IZQUIERDO

Absentismo, la palabra de moda. Ha hecho fortuna, se ha instalado en el debate público como si fuera un concepto técnico, pero es ideología. Como la austeridad en la crisis de 2008, y tiene los mismos padres. Su inclusión y normalización es una maniobra de gran habilidad: convierte en aséptico un término cargado de intención y, de esta forma, lo homologa. Crea un nuevo sentido común.

Voluntariamente o por inercia, todo el mundo usa la palabra como si fuera blanca. Aunque sea otra cosa, da a entender que se refiere a las personas que faltan a su trabajo porque si. El equivoco se adereza con unas cifras y ya se pueden extraer las conclusiones que interesan: el 9% del personal se escaquea y Gipuzkoa bate récords en una Euskadi líder mundial.

Absentismo debería referirse a faltar al trabajo sin justifica- ción ni cobertura legal. Sin embargo, incluye las bajas médicas, los permisos retribuidos, accidentes de trabajo, maternidad, paternidad, permisos por boda, hospitalización de un familiar cercano, huelgas…

En ninguno de esos casos la persona falta a trabajar: no tiene que ir, que es distinto. Meterlo todo en el mismo saco no es un imperativo técnico. Se hace así porque alguien quiere, Una particularidad del absentismo es que, pese a la resonancia que tiene en el debate público, no hay estadísticas oficiales, sino que se toman los datos de consultoras de trabajo temporal o asociaciones empresariales como Confebask o Adegi en sus últimos informes de coyuntura, donde no falta el paquete completo habitual de altos costes salariales, nuevas exigencias fiscales y lamento por la falta de trabajadores cualificados.

La batalla cultural del absentismo es otra palanca de una estrategia más amplia por cambiar las relaciones labora- les. Y funciona. Ahí está el globo sonda de las ‘bajas flexibles’ de la ministra Saiz. A ella le costará el cargo, pero el mensaje queda. El término culpa al trabajador, establece una relación de adversarios entre empresa y empleados. Pero si lo que se buscan son soluciones y no solo el beneficio propio, tocará
analizar el problema (que lo hay, y serio) desde todos los ángulos.

Es preciso un análisis critico. La inmensa mayoría de las bajas no son fraudulentas. Los caraduras profesionales, maestros en conseguir no ir a trabajar nunca (que siempre suelen ser los mismos, en todas las empresas, públicas y priva- das), provocan que el problema se caricaturice y que, así, no se cuestione el nudo gordiano de la cuestión: si las condiciones laborales agudizan el problema.

Para un análisis del absentismo riguroso y no solo de parte será necesario encender la luz en toda la sala y no solo poner la lupa de la culpabilidad sobre el trabajador. Preguntar- se de forma seria por qué crecen las bajas, si la automatización y las nuevas tecnologías que venían para ayudar han provocado que cada vez se asuman más tareas, a costa de la salud. Si hay patrones de gobernanza tóxicos. Es tarea de las instituciones conocer si hay un conjunto de factores que produce el efecto de más bajas. También si hay deriva- ción indebida (con sus costes) al sistema público de salud como contingencias comunes de lo que son bajas con origen profesional y, por tanto, con otras obligaciones para empresas y mutuas.

El mandato. institucional es descartar que haya cualquier fraude, no comprar marcos. Si la ausencia es legal, no es absentismo, es un derecho.

Incluso dando por buenos los datos de las ETT, de ese absentismo en tomo al 9% el 20% serían bajas injustificadas. Lo que significa que hasta con esos números interesados el 1,8% del total de trabajadores faltaría a su puesto mientras el 98,2% hace lo que debe.

Estos estudios no suelen incluir el cálculo del número de personas que acuden a sus puestos enfermas por miedo a perder el empleo ni las horas extras que no se pagan.

Es necesario un diagnóstico solvente que permita abordar el problema desde parámetros objetivos, no ideológicos, y no asumir de forma acrítica el concepto como si fuera un fenómeno meteorológico inevitable y el hombre del tiempo no tuviera la culpa de que llueva.

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