Tal y como se ha dado a conocer a través de los medios de comunicación, el Gobierno de España y las Comunidades Autónomas han acordado volver a las ratios de alumnado por aula anteriores a la pandemia. Vuelven a primar los criterios económicos sobre las necesidades reales y las demandas de la comunidad educativa, así como sobre las medidas sanitarias dictadas por las personas expertas y el sentido común.
Las ratios (la proporción de estudiantes por docente) establecidas durante este último año, si bien mejores que las de años precedentes, siguen siendo insuficientes, tanto en pandemia como sin ella. Pues hay que tener en cuenta que en los cursos anteriores (2018/2019) la ratio de alumnado por grupo se situó en la CAV en una media de 19,2 en Educación Primaria y de 22,4 en Educación Secundaria, siendo estas cifras superiores en los centros privados, según datos del Eustat. Y es que por encima de métodos pedagógicos revolucionarios, de la digitalización o de la evaluación por competencias, lo que asegura una educación cercana, humana y de calidad, no es otra cosa que unas ratios dignas.
La incorporación de mayor número de docentes y profesionales en el sistema educativo ha sido bien recibida en los centros de trabajo, si bien no ha llegado a todos, y ha ayudado en parte a paliar las consecuencias de la pandemia. El siguiente paso lógico en la apuesta por una educación de calidad sería apuntalar esas mejoras en la educación y, en la medida de lo posible, ampliarlas, pues han resultado efectivas a la par que necesarias.
Ante esta pérdida de recursos humanos, ante este retroceso en la calidad educativa, nuestro mensaje es claro: siempre y en cualquier contexto, bajemos las ratios, y que cada bajada sea apuntalada como un derecho conquistado para el alumnado.