La solidaridad obrera ¿herida de muerte?

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“Todo ser humano aquí y en cualquier rincón del planeta que aspire a vivir en una sociedad libre, igual y fraternal, ha de saber y en todo momento tener presente que la práctica de la solidaridad y el apo-yo mutuo son absolutamente imprescin-dibles principalmente con los sectores más desfavorecidos, explotados y oprimidos y fundamentalmente en el plano económico, no solo con la ayuda directa sino con la colaboración con estos sectores para que pongan en práctica los mecanismos que les ayuden a conseguir una situación eco-nómica y social que les permita llevar una vida digna y, esto no solo a nivel local o más próximo, sino haciendo extensiva esta solidaridad en todo el planeta”.

Esta “coletilla panfletaria” como la definirían algunos enemigos conscientes e inconscientes de una sociedad más justa ha sido repetida millones de veces y habrá que seguir repitiéndola y propagándola una y otra vez en tanto la especie humana camine sobre la tierra, mal nos iría si en un futuro esta premisa desapareciese de la mente y el corazón de nuestros herederos.
¿Quiere decir esto, que porque millones de trabajadores a lo largo y ancho del planeta trabajan, luchan, padecen y hasta entregan sus vidas por este gran y noble ideal hemos de sentirnos la clase trabajadora orgullosa, satisfecha y tranquila porque la llama sigue encendida? ¡No! ¡Rotundamente no!

Si un profundo respeto, admiración, solidaridad y cariño nos inspiran estos hermanos anónimos que dan lo mejor de sí para la construcción y advenimiento de una sociedad sin tanto dolor gratuito, sin tantas humillaciones, sin tanta barbarie… no es menos cierto que el comportamiento de un amplio sector de la clase trabajadora, actualmente, en preocupante aumento y sobre todo y más visiblemente en los países económicamente más desarrollados, nos producen una gran desazón e inquietud por no definirlo con otros términos más duros y reales.
El capitalismo, llámese bancario comercial, empresarial, clérigo o militar, está en su lógica de comportamiento si utiliza sus conocidos métodos para perpetuar su sociedad depredadora y de privilegios. Pero, hoy por hoy, cuando el acceso a la cultura y a la información no manipulada, es posible en una gran parte del planeta, gracias a medios de información alternativos puestos en marcha por colectivos que se juegan la integridad física y mental para que esto sea posible, no existe excusa alguna para actitudes y comportamientos aberrantes de grandes sectores de la clase trabajadora llenos de egoísmo insolidario y, por qué no decirlo, también de papanatismo colectivo. Actitudes y comportamientos que no sirven para otra cosa que para hacerle el juego a los que nos oprimen, explotan y manipulan ayudándoles a fortalecer su sociedad jerarquizada y de privilegios.

Rabia, vergüenza, desesperanza… Esto sí es una auténtica obscenidad, ver las masas populares en los países desarrollados cómo se agolpan como auténticos rebaños unas veces, otras en colas interminables, en los centros comerciales, en las zonas de moda, en los espectáculos de todo tipo, en las carreteras, en los aeropuertos, consumiendo, gastando, consumiendo… gastando hasta el último céntimo del sueldo del mes y si no hay bastante ahí tenemos a nuestras “benefactoras” entidades de crédito que solícitas nos darán el crédito-cadena necesario para afianzar nuestra dorada esclavitud.

Primero hicimos inhabitables las ciudades, ahora estamos haciendo inhabitables los campos. Chalets, casas, urbanizaciones, autovías, carreteras y más carreteras, zonas de recreo que hay que cubrir de ladrillo, cemento y asfalto por todas partes, que no quede un palmo de tierra sin remover, modificar, contaminar… los contenedores de escombros llenos de muebles y enseres que cubrirían las necesidades mínimas de miles de necesitados, los contenedores de restos domésticos diarios con toneladas de comidas desperdiciadas que escandalizan y ruborizan a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad social. Y coches, coches y más coches; cuanto más grande, más potente y más nuevo, mejor. Este es nuestro progreso, nuestra sociedad del bienestar, tanto que ya no sabemos dónde enterrar o qué hacer con todo lo que despilfarramos a diario. Esto es un botón de muestra de nuestro cacareado espíritu solidario, que no es otra cosa que parafernalia llena de hipocresía e insensibilidad humana. Para más burla y recochineo el capitalismo mundial, a través de sus órganos de planificación y control, puso en marcha su proyecto más ambicioso: la globalización, que definiéndola en pocas palabras no es otra cosa que el tráfico mundial, consensuado entre las clases dirigentes, de mano de obra barata. Sistema mediante el cual se facilita y promueve el desplazamiento de seres humanos de sus países de origen, donde vivían arrastrándose bajo la bota o el fusil de sus paisanos depredadores, hacia países donde se les permitirá vivir y trabajar a cuatro patas, esta vez bajo la bota de otros depredadores y mafiosos. Aun así conseguirán, a base de privaciones, ahorrar y enviar unos céntimos a su lugar de origen para que sus familias puedan subir un peldaño económico y pasar de la miseria a la pobreza. Eso sí, todas estas transferencias de ahorros pasarán por las manos de banqueros y demás chupópteros de aquí y de allá, lo que al mismo tiempo servirá para fortalecer aún más a los depredadores de aquí y de allá. Plan perfecto.

En tanto millones y millones de trabajadores y trabajadoras de la vida disponen de un trabajo seguro y muy bien o aceptablemente bien remunerado, permanecen indiferentes a tanta injusticia entregados a la dulce esclavitud del consumismo capitalista. De vez en cuando y como “gesto solidario” que tranquilice sus conciencias, darán una pequeña aportación para cualquier causa humanitaria, asistirán a manifestaciones por las mismas causas, siempre que no alteren sus planes de “fin de semana” o se emocionarán momentáneamente al oír o ver cualquier desastre humanitario en cualquier rincón del planeta.

¡Cuesta tan poco! ¡Alto! Pero que no me toquen el bolsillo ni se les ocurra cortar mi vida de consumidor adicto, que nadie me hable de huelgas solidarias y menos de cambiar mis espacios dedicados al consumo por actividades sociales de solidaridad directa con los sectores más desfavorecidos. Cruel panorama.

Una vez más, lo repetimos: La solidaridad y el apoyo mutuo en la clase trabajadora no son sólo una necesidad sino el único camino que nos queda para hacer frente al nuevo tipo de esclavitud que nos tienen preparado, tal vez menos violento y sangriento que en el pasado, pero más sofisticado permanente y seguro, porque no sólo tienen proyectado dominar nuestros cuerpos sino también nuestras mentes. Y lo peor de todo es que el capitalismo explotador ya no disimula sus planes y está aplicando sus políticas impregnadas de fascismo sin el menor rubor y con el mayor descaro.

Su táctica favorita: fomentar nuestro egoísmo, fundamental para que crezca nuestra insolidaridad de clase y por lo tanto para su triunfo definitivo.
La revolución social basada en la solidaridad y el apoyo mutuo de la clase trabajadora es la única y poderosa arma para vencer en la permanente batalla que mantenemos frente a depredadores y explotadores.
Sólo dos alternativas: Victoria o esclavitud.

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