El homo-nosapiens-nosapiens no entendía qué es lo que ocasionaba que cayera algo de arriba y le empapara.
Siempre tuvo un gran interés y mucho miedo ante tal acontecimiento, que le tenía tan intrigado, que dedicó muchas generaciones a su estudio.
Hizo cálculos y miraba hacia arriba, pero no lograba averiguar qué ocasionaba ese fenómeno.
Su mente no estaba muy desarrollada, ya que tenía mucha fe y poca razón, y se dejaba llevar por la tribu, que corría de un lado hacia otro sin ningún fundamento, pero con mucha alegría. Y el nosapiens hacía lo mismo que la mayoría, ya que le daba mucho miedo salirse del grupo, pensar distinto y ser calificado como alguien desestructurado y no institucionalizado.
Alguno de los nosapiens, se dieron cuenta que no todos miraban hacia arriba boquiabiertos mirando ese agüita, sino que unos pocos-muy pocos- huían cuando notaban que el agüita estaba a punto de caerles encima, soltando improperios y gritando a pleno pulmón, palabras como CABRONES y cosas peores.
Éstos, estaban muy mal vistos por la mayoría de los nosapiens, y eran criticados, ninguneados e incluso amenazados por esa mayoría, que les ponía motes como «anarquistas» e incluso cosas peores.
Estos «anarquistas» ya se habían dado cuenta de lo que pasaba y se negaban a que el agüita cayera sobre sus cabezas, porque habían aprendido una cosa muy importante:
«Si dejas que el agüita caiga sobre tu cabeza y lo aceptas con resignación, tu cerebro se atrofia». E intentaron mostrar al resto del mundo el motivo de su mojadura, pero no les hicieron caso, porque aceptaban como normal e imposible de cambiar esa situación.
¿Y tú? ¿Vas a seguir permitiendo esta situación? ¿O prefieres seguir siendo un nosapiens?
CUANTAS MÁS HACEMOS, MENOS FALTA LES HACEMOS.