Un siglo de anarcosindicalismo en Iruñea


Imagen del sello de CNT de Pamplona que Juan Jesús Virto Ibáñez incluye en su trabajo “La C.N.T. en Navarra” (se puede consultar en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=15726 ç)

Recientemente, el 15 de julio, se han cumplido 100 años de la inscripción del Sindicato Único de Trabajadores de la CNT de Pamplona en el Registro de Asociaciones del Gobierno Civil de Navarra.

Según podemos leer en las escasas crónicas y abordajes históricos de los que disponemos, se puede decir que la CNT inicia su actividad organizativa algún año antes de su registro oficial y que siendo su tamaño y su capacidad muy modestas, desde un principio se implicó en distintos conflictos laborales y sociales. Posteriormente, esta frágil organización llega a su disolución en 1927 para reaparecer con mayor vigor con la llegada de la 2ª República. Es bien conocido todo lo que ocurrió tras el golpe de estado del 36, la forma en que se ahogaron todos los anhelos de transformación social que propugnaba un rico abanico de organizaciones, entre las que se encontraba la CNT.

La represión impuso 40 años de silencio que se rompe con la transición, momento en el que resurge la CNT en Iruñea, en una nueva época de efervescencia política y social. No obstante, el proyecto anarco-sindicalista se debilita tanto por la división interna como por el establecimiento de un nuevo marco socio-político que instaura un sindicalismo de pacto (Pactos de la Moncloa) y desactivado, favorecido desde el poder y posibilitado por un modelo social que avanza en una espiral consumista e individualista. En ese contexto, una apuesta basada en la autoorganización de los y las trabajadoras, y en la aspiración no reducida a lo meramente reivindicativo económico, pierde posibilidades de implantación social.

Desde entonces, distintos movimientos sociales y sindicales han recuperado o redescubierto desde sus propias prácticas aquello que en su día significó la CNT: asamblearismo y acción directa de las personas implicadas en los problemas; participación, frente a dejación en las decisiones que nos son comunes y nos afectan directamente en nuestro presente y nuestro futuro; y aspiración finalista de una sociedad más digna y justa a la que cada acción y reivindicación concreta, sin perder su entidad, debe acercar.

Hoy los retos son otros, sin dejar de ser los mismos. Nos enfrentamos a un problema de subsistencia de la humanidad, incompatible con un sistema desarrollista y competitivo a ultranza, en el que hay que encajar la lucha de siempre por la justicia, que hoy adquiere tintes de una sobriedad sensata, satisfactoria y, sobre todo, igualitaria; no referida solo al interior de nuestras sociedades sino afectando al conjunto de la humanidad. Algo que no solo se refiere a nuestras formas de actuación social sino también a nuestras formas de vida, y que nos concierne a todas las personas. La defensa del común, su implantación frente a la usurpación del poder o la suplantación de las vanguardias, es hoy inherente a cualquier proyecto transformador.

La personas que formamos la CGT/LKN-Nafarroa nos sentimos vinculadas con aquello que, con deficiencias inherentes a todo proyecto humano, la CNT significó, y lo hacemos sin ningún afán patrimonialista ni exclusivista. En ese sentido, valoramos las efemérides en su justa medida. No es desdeñable el esfuerzo de quienes nos precedieron y en ese esfuerzo encontramos alicientes para tratar de continuarlo, conscientes de que la permanencia tiene un valor, pero que de nada sirve si no logramos incorporar elementos de incidencia en la realidad, con las miras puestas en un presente y un futuro más justos, libres e igualitarios.