Hace siete años comenzó en Rojava, en el norte de Siria, una revolución que iba a cambiar radicalmente la vida de millones de personas. Después de liberarse de la dictadura del régimen de Assad, la población kurda comenzó a organizarse en consejos, comunas y cooperativas autogestionadas.
Crearon una organización autónoma de mujeres y desarrollaron un proyecto multiétnico y multirreligioso, que hoy conocido como la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria garantiza la coexistencia pacífica de millones de personas kurdas, árabes, asirias y otros pueblos.
Las amenazas del gobierno turco de ocupación de este territorio autónomo son reiteradas y vienen de tiempo atrás. Después de la ocupación de Afrin, Erdogan no ha dejado de amenazar a Rojava y de intensificar los bombardeos a las montañas del Kurdistan iraquí. Esta vez, Erdogan cuenta, además, con la complicidad de EEUU, la OTAN y los gobiernos Europa, entre ellos el gobierno español. Trump ha anunciado que autoriza la incursión “largamente planeada” del Ejército turco contra las fuerzas kurdas del norte de Siria. Y un twit de la Representación de España en la OTAN, ha mostrado su apoyo a Erdogan.
El autogobierno democrático del Norte y Este de Siria ha hecho todo lo posible para negociar y evitar este ataque. Han cumplido con las condiciones de seguridad acordadas con EEUU en la frontera. A pesar de que en la zona de frontera entre Turquía y Siria no había ningún problema y el territorio del norte de Siria ya era seguro, – después de la lucha de autodefensa contra el ISIS y la construcción de una sociedad democrática de convivencia pacífica entre grupos étnicos y religiosos- , en las últimas semanas han implementado todos los pasos acordados con Washington y Ankara para establecer una zona de “seguridad” de cinco kilómetros de anchura.
Pero el estado turco no quiere una salida diplomática, quiere una guerra que es una ocupación. El AKP, partido gobernante de Erdogan, se está debilitando, el país sufre una crisis económica. Busca en la guerra la salida a problemas internos. Y pone como excusa para justificar la invasión la reubicación en el norte de Siria un millón de refugiados de los más de tres millones y medio que viven en Turquía. Pero, en primer lugar, Turquía no se ha preocupado nunca por los refugiados sirios. Muchos malviven en campos en pésimas condiciones – a pesar del dinero que reciben de Europa- o trabajan en condiciones de explotación en fábricas. En segundo lugar, en el norte de Siria viven 5 millones de personas, no solo kurdas, sino de distintos grupos étnicos (árabes, armenios, asirios…) y todas ellas se pueden ver afectadas y se pueden convertir en refugiadas con la invasión. Una nueva guerra nunca es una solución a la situación de las personas refugiadas, sino que genera más muerte y más personas que tienen que huir. Así mismo, la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria está abierta al retorno de las personas refugiadas, pero de forma organizada por Naciones Unidas y en ningún caso para los combatientes del ISIS.
Además, en Rojava se encuentran encarcelados miles de prisioneros del ISIS, y sus familias en campos, que los estados europeos han renunciado juzgar en sus países de origen, y que aprovechando la situación de guerra podrían escapar y reorganizarse. Según la Administración Autónoma “las amenazas de invasión que el Estado de Turquía ha vertido sobre la región no tienen justificación, y suponen la mayor amenaza para la paz y la seguridad de Siria. Las amenazas de Turquía y sus posibles ataques son muy peligrosos, tendrían consecuencias nefastas en la región e internacionalmente, y enviaría a Siria de vuelta al inicio de la crisis. Además, otros grupos radicales terroristas, especialmente el ISIS, aprovecharían estos ataques para reorganizarse. Esta amenaza no afecta solamente a la región, sino a todo el mundo”.
Si vemos lo que pasó en Afrin, después de la invasión turca con aliados yihadistas en enero de 2018, nos podemos hacer una idea de lo que puede pasar al resto del norte de Síria en mayor dimensión. La invasión de Afrin ha supuesto el asesinato de miles de civiles, de centenares de miles de refugiados, un cambio de población en la zona, asimilación cultural, y continúan a día de hoy los secuestros, asesinatos, violaciones de mujeres, espolio de tierras y de correos (como las aceitunas de Afrin robadas y exportadas por Turquía a España, entre otros países).
Las mujeres son las que una vez más se pueden llevar la peor parte. Pero también las que están dispuestas a defender Rojava y a auto defenderse. Según un comunicado de Kongra Star, organización paraguas de mujeres en Rojava “con su compromiso con la libertad y la igualdad, la revolución de Rojava se convirtió en una práctica y una esperanza para todas las mujeres. Por lo tanto, todas las mujeres que luchan y se resisten en el mundo deben unir sus voces ahora contra estas mentalidades patriarcales, agresivas y ocupantes y las políticas de guerra”.
Estamos en un escenario de propaganda hacia la guerra en Turquía con espíritu expansionista junto con propaganda fascista turca en redes sociales, uso de los refugiados como excusa, apoyo y retirada de las potencias internacionales. Una vez más, el fascismo, con la complicidad de los estados liberales y coloniales, ataca a los pueblos, a las mujeres, a la auto organización. Por ello, una vez más hemos de lograr que la solidaridad internacional, des de abajo, contribuya a acabar con el fascismo, el imperialismo y defender la vida en libertad.
Secretariado Permanente de Comité Confederal