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El despotismo de los mercados

por CGT-LKN Kalean
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        “La ciencia de adquirir riquezas está en encontrar cierta cantidad de hambrientos, pagarles tres monedas, hacerles producir por diez, amontonar una fortuna y acrecentarla de inmediato mediante algún golpe de mano con ayuda del Estado” (P.Kropotkin)

Piotr Kropotkin nos ofrece desde la perspectiva léxica de final del siglo XIX una descripción realista del capitalismo. El sistema, heredero directo del feudalismo, se ha consolidado como generador y desarrollador de desigualdades que a lo largo de la historia no ha dado respuesta a las carencias sociales, nutriéndose de estas para la obtención de beneficios, y creando necesidades superfluas con las que acrecentar el mercado productivo de lo absurdo.

Quizás habrá quien objete argumentando que el capitalismo ha supuesto desarrollo y bienestar. Pero, detengámonos en los últimos siete años y certificaremos que este viejo y medieval sistema basado en la especulación solo beneficia a un porcentaje muy bajo de la población que se sirve del Estado de forma sustancial. Lo hemos padecido en el rescate, con dinero público, del sistema financiero en detrimento de quienes han perdido su empleo, su casa, o hemos visto deteriorarse el conjunto de  prestaciones sociales. Ese juego con el capital público ha contribuido única y exclusivamente para hacer caja, cambiar el color de los números con el fin de acreditar una subida ficticia de la economía de los grandes números.

Fue Nicolás Sarkozy quien dijo que era necesaria una “refundación del capitalismo” y como viene sucediendo entre las filas socialdemócratas se aplaudió tal exabrupto y se miró con deseo al libre mercado, en su versión liberal y “moderna”, como el mejor remedio contra esta estafa propiciada por el sistema mismo. Así encontramos flirteos con el Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) o Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión, argumentando dichos apoyos en hipotéticos beneficios, políticos y económicos, para Europa. Tesis no contrastadas y asentadas sobre la conjetura de que, por ejemplo, el estado español sería el cuarto país más beneficiado del acuerdo por detrás de Reino Unido, Suecia e Irlanda con un crecimiento, dicen, del 6,55% del PIB. Aventuras neoliberales fundamentadas en el ejemplo, ahí va la andanada, del acuerdo de la cumbre Asía-Pacífico que consolida el liderazgo de China, vaya ejemplo de economía, al poner en valor su plan para liberalizar el comercio en Asia.

El espejo chino no puede ser un referente, el de EEUU tampoco. El país asiático cuya economía se basa en una combinación de “capitalismo de estado” y “propiedad privada” conculca derechos humanos básicos, medioambientales, laborales, etc.. Compite en el mercado de forma fraudulenta, puesto que en esas condiciones “feudales”, estimulantes de la esclavitud moderna objetivamente es más rentable, a corto plazo y en términos netos de beneficio, producir.

Abundan en su error al argumentar las bondades económicas de tal alianza al establecerse el mayor área de “libre mercado” del mundo, obviando que el capital chino es dueño de una parte importante de la deuda que occidente tiene contraída. Un disparate partiendo de la base de que dentro de este pretendido área, existen grandes diferencias estructurales que afectan directamente al tejido político, social, laboral, y ecológico principalmente. Un concierto en el que los estados son meras comparsas cediendo soberanía sobre “los mercados”, algo habitual y necesario para el sistema reconocido por autores como el historiador Fernand Braudel que concluye en su trabajo “Dinámica del Capitalismo”: Para que el sistema capitalista tenga éxito es necesaria cierta tranquilidad del orden social, así como una cierta neutralidad, o debilidad, o complacencia del Estado.” Lo que nos vuelve a ilustrar sobre la hipocresía del estado en la defensa del interés general.

Las diferencias sustanciales entre las potencias de occidente, no digamos ya de los países del oriente, radican en la aplicación de los preceptos marcados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En la cuestión social con diferencias importantes incluso dentro de la propia Unión Europea en el nivel de prestaciones. El control de los procesos productivos implicados en la alimentación.  En el respeto del medio ambiente con restricciones y o establecimiento de medidas protectoras del mismo en los procesos productivos industriales.

“La tierra tiene lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no las ambiciones de unos pocos.” (Mahatma Gandhi). La ambición no tiene límites y el TTIP se anuncia como un bien común; la solución a los problemas estructurales del sistema. Pero, realmente es una espada de Damocles sobre el tejido social conocido. Las grandes corporaciones financieras y empresariales desean tener el control absoluto de todo, especialmente de los recursos naturales, quieren erigirse en las encargadas de regir el destino de las personas bajo la premisa de la beneficencia y para ello no han dudado en organizar el actual desorden económico, en el que los países endeudados optan por vender de tal manera los servicios públicos básicos si no hay recursos naturales que dilapidar.

Estamos sufriendo las consecuencias directas de reformas laborales regresivas, que lejos de activar el empleo lo hunden o precarizan empujando a las personas a la miseria. Hoy quienes disponemos de un trabajo somos más pobres que hace ocho años y quienes manejan los hilos de este espurio sistema son más ricos pero como no les basta se esfuerzan en sobornar estamentos políticos y jurídicos para dar al TTIP rango mesiánico con el que, si no lo remediamos, recibiremos una nueva vuelta de tuerca, quizás la definitiva.

Nos vuelven a hablar de puestos de trabajo, de inversión, de beneficios económicos, de sociedad del bienestar y la cuestión es que hay que hacerse las preguntas ¿Realmente confiamos en quienes nos han traído hasta esta farsa económica, que diluye el valor propio del trabajo y se afianza en la economía especulativa? ¿Realmente confiamos en quienes utilizan el arma del desempleo para cercenar derechos laborales y sociales, poniendo por delante los réditos particulares estableciéndolos como único valor posible?

La única salida a esta encrucijada liberal radica en la conquista de un modelo social más sostenible e igualitario. Está en nuestra mano huyendo de la representatividad.

Joseba Santesteban

Afiliado a CGT-LKN

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