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Sindicalismos

por CGT-LKN Kalean
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El mes de octubre recogía en su primera semana el llamado “acuerdo para la reactivación de la actividad económica y el empleo”, trato que gestionará 545,5 millones de €uros. El concierto, impulsado por el Gobierno de Navarra, descansa en la participación exclusiva de la representación empresarial crítica con el “infierno fiscal navarro”,  junto con los sindicatos UGT y CCOO a modo de salvavidas. No es nuevo este reparto, durante 20 años se han venido dado convenios similares con un recorrido efectivo poco conocido, dado que, como se ha puesto de manifiesto en este nefasto período supeditado a los “todo poderosos mercados”, arrogarse el desarrollo e incluso el impulso económico en estos acuerdos es cuando menos pretencioso. También la primera semana, pero de este mes de noviembre se constituye el Consejo de Diálogo Social. Órgano meramente consultivo creado al amparo de una proposición de Ley impulsada por el ya “emergente y nuevo PSN”, que además se pretende consignar con  la nada desdeñable cantidad de tres millones de €uros y que una vez más, contribuirá al pago del sueldo del “crítico” Presidente de la CEN señor Sarría, y de los Secretarios Generales de los no tan críticos y orgullosos sindicatos “más representativos”.

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Este escenario de confluencia de los habituales en el reparto de la saca pública, donde todo hay que decir, no nos han servido de gran cosa en el no tan lejano escenario de opulencia ni en este periodo de gran estafa financiera, evidenciando que fue entonces, en la época de los apretones de manos y sonrisas mediáticas respaldando políticas liquidas- recogiendo el concepto de Bauman- cuando se debieron sentar bases socioeconómicas sólidas y estables,  ha propiciado reacciones mediáticas críticas con el fondo y las formas, facilitando un nuevo impulso a los absurdos discursos que tienen como base la falaz hegemonía de la representatividad. En la defensa, no ya de su participación en dicho foro si no de la asignación que percibirán y que contribuirá a sus emolumentos, los representantes sindicales llamados al conclave, han venido a justificar el reparto en aras de los resultados electorales obtenidos, y parodiando al gallego de la barba de escala de grises se han alojado en el “Tú también” frente a la crítica de otros sindicatos.

No es objeto de estas líneas abordar el montante económico de estos “acuerdos”, más allá de que no sepamos quien supervisará y que herramientas de control se van a utilizar sobre la eficiencia de la inversión en las determinadas partidas que componen la “hoja de ruta” para la reactivación económica. Porqué está claro que quienes forman parte de la foto de la firma tanto por activa como por pasiva, no pueden ser independientes ni mostrar objetividad en dicho control. Ni que planes reales componen el desarrollo de esas generalidades expuestas para vestir mediáticamente el pacto. El énfasis, además del reparto del botín,  hay que ponerlo en el argumento esgrimido que justifica lo injustificable: La negociación y firma de convenios sin la participación de las personas que van a depender de esos acuerdos. Esta es una práctica habitual incluso en el seno de Comités de Empresa, donde en negociaciones paralelas se llegan a firmar pactos a espaldas de las plantillas tumbando cualquier plataforma unitaria. No digamos ya en cuanto a empresas que no tienen representación.

Esta responsabilidad, adquirida de motu proprio y auto otorgada bajo la sugestiva representatividad, donde se viene a justificar la participación y trabajo en organismos que debieran tener en cuenta un espectro social más amplio. Deriva en cuestiones tan importantes como el inmovilismo frente a presiones de la patronal e institucionales; en la falta de respuesta eficaz frente a la regresión de derechos laborales, propiciada por una poca combatida reforma laboral, y sociales, dinamitados por la “sacrosanta deuda”.  Una inacción que se sumerge en discursos pusilánimes enrolados en el beneplácito parlamentarismo, llamado eufemísticamente negociación. Todo ello es el triste resultado de esa responsabilidad adquirida y premiada, doblemente en esta ocasión, con la gestión de más de medio millón de €uros y el premio directo de la parte proporcional de lo que se estipule por el Órgano de consulta, que contribuirá a la financiación con la que mantenerse. Al menos esa es la sensación que queda incluso en algunas bases de estos sindicatos de clase que no sabemos en qué clase de sindicatos se han convertido.

Los pactos de la Moncloa de 1977 fueron el inicio del servilismo sindical con un resultado nefasto, recordemos tan solo las luchas de la reconversión, y  ahora la clase trabajadora viene a sufrir sus duras consecuencias. Desde entonces 37 años nos separan de aquella escena que daba paso a una pantalla de concesiones por la parte sindical, sirva como ejemplo la Ley de huelga, depreciándose paulatinamente el gran valor del sindicalismo como fuerza dinamizadora de cambio social. Sin embargo el concepto de sindicalismo, que nace en Francia hacia 1870 tomando como base los trabajos de Pierre Joseph Proudhon, sigue más vivo que nunca, y viene a recordar la premisa de que nadie tiene la potestad de reivindicar la representación de la clase trabajadora, que no sea la propia clase trabajadora.  Desarrolla su vertiente más solidaria con quienes son víctimas de primera línea de la agresión del capital. Viene a reseñar que desde la subjetividad negociadora actual poco se puede hacer si el interlocutor tiene un As en la manga; viene en definitiva a cuestionar el pactismo con el agresor. Así, el sindicalismo debiera rehuir el método representativo, puesto que este hecho abunda en las necias luchas de poder que en nada benefician al conjunto de la clase trabajadora. Recuperar el sentido de la sección sindical, el método asambleario y participativo es esencial si de verdad creemos que otro escenario  donde no se le haga el caldo gordo a los defensores de una estructuración laboral y social esclavizante, moderna le llaman, es posible. Y lo es, por supuesto que lo es.

Joseba Santesteban    

Afiliado a CGT-LKN

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