Inicio MEMORIA El secuestro de monseñor Ussía por el Grupo Primero de Mayo. Un episodio de la lucha contra el franquismo

El secuestro de monseñor Ussía por el Grupo Primero de Mayo. Un episodio de la lucha contra el franquismo

por CGT-LKN Kalean
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El Grupo Primero de Mayo secuestra en Roma a monseñor Marcos Ussía, consejero eclesiástico de la Embajada de España cerca del Vaticano. El secuestro dura desde el viernes 29 de abril al miércoles 11 de mayo de 1966.

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En el III Congreso de Federaciones locales de la CNT de España en el exilio, celebrado en la segunda quincena del mes de octubre de 1963 en Toulousse (Francia) se dio la puntilla al organismo denominado Defensa Interior (DI) que se había constituido en el II Congreso Intercontinental de la CNT, celebrado en Limoges en agosto-septiembre de 1961, para reactivar la lucha contra el régimen franquista. Al desaparecer Defensa Interior surgió el Grupo Primero de Mayo, que venía a ser el brazo armado de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias(FIJL), que había sido puesta fuera de la ley por las autoridades francesas mediante una ordenanza publicada en el Journal Officiel de la République Francaise del 20 de octubre de 1963. El relato que presentamos a continuación es una de las acciones realizadas por dicho grupo, cuya actividad prosiguió hasta 1974. Cabe señalar que la actividad armada del Grupo Primero de Mayo se caracterizó siempre por un escrupuloso respeto de la vida humana.

Los pasos de monseñor Marcos Ussía, consejero eclesiástico de la embajada de España cerca del Vaticano, habían sido observados durante varios días: siempre abandonaba aproximadamente a la misma hora la Embajada de España, situada en la Piazza di Spagna, para dirigirse con su automóvil al Colegio español del número 151, via Guilia, que es donde se alojaba el prelado.

El viernes 29 de abril de 1966, como de costumbre, aunque con cierto retraso, Monseñor Ussía efectuó el mismo recorrido. Al pasar por la via Farnesi, una calle de la Roma antigua, angosta y poco iluminada y a unos doscientos metros del Colegio español, tuvo que detener su vehículo; otro coche obstruía la calzada y vio a una persona tendida en el suelo. Sin duda se trataba de un accidente de la circulación.

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Un hombre descendió del automóvil que cortaba el camino para prestar auxilio al accidentado, y otro tanto hizo el prelado sin ni tan siquiera parar el motor de su vehículo. Cuando llegó cerca de la presunta víctima, ésta se levantó, mientras que el otro señor que había acudido, ayudado por un tercero, lo inmovilizaban y lo conducían al coche que no le había permitido avanzar. Le colocaron unas gafas de soldador al arco que impedían toda visibilidad y arrancaron a toda velocidad.

Los tres hombres llevaban una gorra bien hundida en la cabeza y el rostro enmascarado con un pañuelo atado en la nuca. Viajaron cerca de tres cuartos de hora antes de detenerse. Ayudado por dos de los secuestradores descendió del vehículo y después de subir unas escaleras lo introdujeron en una habitación. Entonces le quitaron las gafas ahumadas y vio que se encontraba en una estancia modesta, con una cama, un armario, una mesa y dos sillas. Le entregaron un pijama para que se cambiara de ropa y se llevaron sus hábitos de sacerdote.

Durante el día los tres hombres se turnaban para vigilarlo, nunca lo dejaban solo, y por la noche dos permanecían con él. En ningún momento pudo ver el rostro de sus secuestradores pues nunca se quitaron el antifaz. Según declaró Monseñor Ussía después de su liberación, dos de ellos eran muy locuaces, hablaban español con un acento similar al suyo, es decir, vasco. Mientras que el tercero nunca pronunció una palabra, con lo cual pensó que debía ser mudo.

Desde el primer momento los secuestradores intentaron tranquilizar a su prisionero diciéndole que no le harían el menor daño; que se habían visto obligados a secuestrario a pesar de la repugnancia que les causaba tener que recurrir a una acción semejante, porque la situación de los presos antifranquistas en España se agravaba cada vez más; las cárceles estaban llenas de presos políticos y que ellos, que se encontraban en libertad, tenían el deber de hacer algo en defensa de sus hermanos que sufrían bajo la dictadura. Incluso le leyeron los comunicados que habían redactado con la firma Grupo Primero de Mayo y que habían sido divulgados a través de los periódicos y de las agencias de prensa. Le permitieron escribir a su hermana para tranquilizarla y le aconsejaron que también se dirigiera al embajador Antonio Garrigues para informarlo sobre las razones de su secuestro y las condiciones para su liberación.

El mismo día 29, a eso de las diez de la noche, los carabinieri eran advertidos de que un Peugeot matrícula CD2811 se encontraba estacionado en la via dei Farnesi, con el motor en marcha, los faros encendidos y la portezuela abierta, bloqueando el tránsito. El coche del prelado fue inmediatamente identificado y en seguida se iniciaron las investigaciones sobre su desaparición.

Monseñor Ussía, desde su refugio, escribió dos cartas a sus familiares y otras dos, baja dictado, al embajador. Según confesó después de su liberación, las palabras tranquilizadoras de sus carceleros no le habían convencido y estaba seguro de que no volvería a ver la luz del sol, ya que las condiciones exigidas por los antifranquistas eran inaceptables. La pretensión de que el Papa interviniera cerca de Franco para lograr la liberación de los presos era pueril, y más absurda era la pretensión de que Franco cediera a sus exigencias mediante aquel secuestro.

El sábado 30 de abril la prensa vespertina italiana anunciaba la desaparición misteriosa del consejero eclesiástico de la Embajada de España en Roma y al día siguiente la noticia figuraba en la primera plana de todos los diarios al confirmarse que había sido secuestrado por un comando anarquista español que exigía a cambio la libertad de todos los presos políticos de España.

Luis Andrés Edo, militante de la FIJL, hizo el domingo primero de mayo, en la Agence France-Presse de Madrid, las sigüientes declaraciones relacionadas con el secuestro de Monseñor Ussía:

Los desesperados esfuerzos que el régimen se ve obligado a efectuar para encontrar una solución de recambio a la acelerada e indiscutible descomposición que se observa en su seno, se añaden, agravándolos, no solamente la manifiesta incapacidad física de Franco, que de por sí plantea de manera inaplazable el problema de su sucesión, sino también el deterioro de la situación en todos los sectores activos del país […]

El Movimiento Libertario DECLARA: 

Que la retención del consejero eclesiástico de la Embajada Española ante la Santa Sede, Monseñor Marcos Ussía, sienta de una forma clara y definitiva la posición de la militancia libertaria frente a la dictadura […].

EXIGE: La libertad inmediata de todos los presos políticos y sociales a cambio del rescate de Monseñor Ussía, cuya integridad física y seguridad personal están escrupulosamente garantizadas.

PROCLAMA: Su solidaridad con las fuerzas vivas y conscientes del país, obreros, estudiantes e intelectuales que en la calle, en la universidad y en la fábrica, bajo el influjo de una acción dinámica y directa aceleran la caída de la dictadura […]

El Movimiento Libertario, consciente del momento histórico que atraviesa el país, reafirma su confianza en la acción popular cada día más predispuesta con la aportación y el impulso de las nuevas generaciones, a no continuar soportando la ignominia y la arbitrariedad del agonizante régimen franquista.

Madrid, 10 de Mayo, 1966

El lunes 2 y el martes 3 de mayo, con las declaraciones de Luis Andrés Edo en Madrid y una carta que los secuestradores enviaron al periódico Avanti,* portavoz del Partido socialista italiano, el caso de Monseñor Ussía seguía siendo la principal noticia. En la carta enviada al diario se decía:

Somos un grupo de anarquistas españoles que nos hemos visto obligados a recurrir a esta forma de acción para que el embajador de España ante la Santa Sede recurra al Papa para que éste, a su vez, solicite públicamente al Gobierno del general Franco la libertad de todos los demócratas españoles (obreros, intelectuales y jóvenes estudiantes) condenados a largas penas en las cárceles de la dictadura franquista que hace cerca de 30 años personificaron Hitler y Mussolini.

Nuestro objetivo es obtener esta declaración para que la dictadura se vea obligada a acoger la petición de la Iglesia y los demócratas españoles detenidos sean puestos en libertad como lo desean todos los demócratas europeos.

La nota agregaba que la integridad física y seguridad personal de Monseñor Ussía serían escrupulosamente garantizadas y que una vez logrado el resultado perseguido sería puesto en libertad.

Luis Andrés Edo

La prensa internacional dedicó mucha tinta y papel al caso de monseñor Ussía, y la española no se quedó a la zaga, pero esta última deformando la verdad, pues no reprodujo las declaraciones íntegras de Luis Andrés Edo ni las de la carta enviada a Avanti.

En cambio, el corresponsal de la AFP que tomó las declaraciones de Edo fue detenido e interrogado por la policía durante varias horas.

La policía italiana realizó un enorme despliegue de fuerzas para dar con el paradero de monseñor Ussía, pero todo fue en vano.

A los doce días de infructuosas investigaciones, la prensa italiana fue informada de que el rehén iba a ser liberado, como así lo indicaba un comunicado que habían recibido del Grupo Primero de Mayo:

Efectivamente nuestra acción tenía por objeto llamar la atención del Papa, en tanto que máxima autoridad de la Iglesia para que hiciese una declaración pública pidiendo al Gobierno español la libertad de los presos políticos españoles. Por esto decidimos secuestrar a Monseñor Ussía y no al señor Garrigues…

Al ser dada la noticia por la prensa y la radio, nuestros compañeros de Madrid decidieron que el primer objetivo no era posible ya que el Papa no cedería ante una coacción pública. A partir de ese momento ya no quedaba otra solución que la de denunciar la dramática situación de los antifascistas españoles presos en las cárceles de la dictadura franquista presentando al Papa y a la Iglesia un problema de conciencia en el mismo momento en que la represión franquista se abate brutalmente contra los obreros y estudiantes católicos y también contra los sacerdotes.

Para demostrar por nuestra parte el profundo respeto que tenemos de la libertad –la nuestra y la de los demás– vamos a cumplir el primer paso restituyendo a monseñor Ussía a su vida normal, confiando que el actual Gobierno español –que con tanto énfasis se proclama cristiano– demostrará muy pronto por su parte su conciencia y voluntad de concordia concediendo la libertad a los demócratas españoles que hoy están privados de ella.

Afirmamos que hemos cumplido con un deber de solidaridad y que si hemos recurrido a este procedimiento que hasta nosotros repudiamos, nos ha obligado a ello la soberbia y la cobardía del fascismo español que nunca ha dado respuesta alguna a las demandas por parte de personalidades y organizaciones internacionales y a las propuestas pacíficas que hemos reclamado por la libertad de los presos políticos.

También afirmamos que estamos seguros de luchar por una causa justa y que nuestro comportamiento con monseñor Ussía habrá demostrado que los anarquistas sentimos un mayor respeto por el hombre que quienes, amparándose en el imponente aparato de fuerza de un Estado policíaco, se ensañan contra víctimas indefensas.

Y para dar prueba de que desde el primer momento hemos dicho la verdad tal y como lo hemos declarado públicamente y prometido a Monseñor Ussía, anunciamos que el miércoles será puesto en libertad.

¡Libertad para los presos políticos!

¡Libertad para el pueblo español!

¡Abajo la dictadura!

El Grupo Primero de Mayo (Sacco y Vanzetti)

Este comunicado iba acompañado de otro que decía:

El Grupo Primero de Mayo (Sacco y Vanzetti) forma parte de los grupos de acción de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FJJL)

Firmado en Madrid y con el cuño del Comité Peninsular de la FJJL.

Los secuestradores incluso anunciaron que la liberación se efectuaría el 11 de mayo, a las 19,30 h. en uno de los grandes jardines públicos de la ciudad de Roma.

Ni la policía ni los periodistas creyeron que la liberación del prelado se efectuaría en las condiciones anunciadas; era evidente que la indicación de un jardín público de Roma era una artimaña para distraer a la fuerza pública mientras lo liberaban en otro lugar y sin riesgos inútiles, como así fue.

Monseñor Marcos Ussía, como se prometió, fue liberado a las seis y media de la mañana del día 11 de mayo de 1966. Cinco horas después daba una conferencia de prensa en el salón de honor de la Embajada de España donde explicó las circunstancias en que fue puesto en libertad.

Sus secuestradores lo despertaron a eso de las cuatro de la mañana, le entregaron un traje civil de color gris y un sombrero de paja y le pusieron de nuevo las gafas de soldador; lo acompañaron hasta un automóvil y después de una media hora de recorrer carreteras se detuvieron, le entregaron un paquete con su sotana y documentos de identidad y le dijeron que no se moviera ni volviera la cabeza hasta que hubieran desaparecido.

Cuando el prelado miró a su alrededor reconoció aquel lugar; recordó haber estado una vez por allí para asistir a la inauguración de la nueva instalación de la Emisora Radio Vaticano en Santa María de Galería. En un mojón de la carretera vio que, efectivamente, se encontraba a cuatro kilómetros de Bracciano, o sea a ocho kilómetros de la Emisora. En Bracciano tomó el autobús de Roma y se detuvo ante la Radio Vaticana. Al gendarme de servicio le dijo: «Soy Monseñor Ussía, me han liberado hace una hora, sírvanse telefonear a la Embajada mientras descanso un poco». Serían las siete de la mañana. Minutos después la noticia de la liberación llegaba a la Embajada de España y al centro de operaciones de las fuerzas que desde hacía 13 días lo buscaban incansablemente, a la Secretaría de Estado del Vaticano y a las agencias de prensa.

Media hora después el embajador Antonio Garrigues salió en su busca, acompañado por todos los oficiales de carabinieri que habían participado en las investigaciones. Monseñor Ussía salió de Radio Vaticano hacia las ocho y media, y le bastaron un par de horas de descanso para encontrarse dispuesto a afrontar a los periodistas que deseaban oír de viva voz el relato de su aventura.

En la conferencia de prensa los flashes de los fotógrafos crepitaban y las preguntas de los periodistas se superponían: ¿Cómo se efectuó el secuestro? ¿Dónde le llevaron? ¿Quiénes eran realmente sus secuestradores? ¿Era auténtica su carta y la del fantasmal Grupo Primero de Mayo enviada al embajador español, al Osservatore romano, a las agencias de prensa y diarios? ¿Cómo le trataron?

Tranquilo y con ligera sonrisa, recién afeitado, el prelado se avino a contestar todas las preguntas.

Ya hemos indicado las circunstancias del secuestro, que confirmó en todo punto el prelado. Sobre el lugar donde fue conducido explicó que durante los días de encierro intentó por todos los medios descubrir donde se encontraba. Si se hubiera tratado de una casa de campo, granja o alquería –dijo Monseñor Ussía– hubiera sin duda distinguido ruidos característicos de ese tipo de habitación: cloquear de gallinas, el rebuzno de una asno, voces de los campesinos… pero al contrario todo era silencio. Solamente, de vez en cuando, se oía el motor de un automóvil. ¿Se trataba, pues, de una villa burguesa aislada? Monseñor Ussía precisó que tuvo muy pocos momentos para concentrarse, pues, durante todo el día, sus carceleros hacían funcionar muy alta una radio de transistores, con la cual captaban estaciones que transmitían música ligera. La única ventana que no tenía postigos –los de su habitación estuvieron siempre cerrados–, era una pequeña en el escusado, pero una higuera plantada contra el muro impedía ver más allá. También declaró que nunca oyó el cañonazo que se disparaba en la colina de Giancolo cada mediodía, ni la sirena que en Roma tenía la misma función, ambas cosas se oían perfectamente en toda la ciudad con lo cual era evidente que su escondite se encontraba fuera de Roma.

Todas estas indicaciones, bien vagas por cierto, no sirvieron de nada en las investigaciones posteriores.

Por otra parte, Monseñor Ussía declaró que había sido bien tratado, que la comida sin ser buena era aceptable, a base de sopa y latas de conserva. También le habían dado fruta y mozzarella. Dijo que nunca vio armas en manos de sus secuestradores aunque estos le dijeron que tenían pistolas.

Este secuestro tuvo como característica principal que, efectuado en Italia, no intervino en él ningún italiano. Tanto su preparación como su realización corrió a cargo del Grupo Primero de Mayo.

NOTA

Otra carta de los secuestradores fue enviada a la Jefatura de Policía, deslizándola por debajo del cierre metálico de un comercio con la indicación: «para la policía de Roma». El propietario envió la carta al destinatario por correo

Articulo de Antonio Téllez (extraido de Polémica)

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