El camino que nos queda

Extraído de: https://reasna.org/el-camino-que-nos-queda/

La imaginación es la capacidad que nos permite no sólo ser seres creativos, sino relacionar conceptos y así idear soluciones. Como toda capacidad también se trabaja y desarrolla. Michael Ende nos advertía de su importancia en La Historia Interminable: si queríamos salvar Fantasía, no podíamos permitir que la Nada se adueñara de nosotras. Por desgracia la Nada es poderosa, y basta precisamente no hacer nada para que avance destruyendo todo a su paso, lenta y continua, nos devora si no reaccionamos a tiempo. Enfrentarse a la Nada de Ende era finalmente enfrentarse a una misma, quienes leímos el libro lo sabemos bien. ¿Podríamos hacer un paralelismo entre la obra de este magnífico escritor y nuestro presente colectivo? Al fin y al cabo, nuestra sociedad se enfrenta cara a cara a sus sombras y al parecer nos cuesta mucho menos imaginar un colapso distópico, esa Nada que avanza, que imaginar un cambio de estructura, un cambio de sistema hacia sociedades basadas en el cuidado mutuo y el bien común.

A diferencia de la novela, la Nada en este lado del libro está exponsorizada, y cuenta con todo tipo de recursos para mantenernos en ese estadio entre el shock, la incredulidad y el miedo en el que no terminamos de reaccionar. No hay amuletos ni dragones blancos, pero sí muchos frentes abiertos. Son gigantes poderosos los que alimentan nuestra Nada. Estos gigantes han querido hacernos creer que sólo somos inocuas y previsibles personitas, y que estamos irremediablemente aisladas aunque tengamos mucha cobertura. Nos han hecho creer que cualquier planteamiento social alternativo al capitalismo es interesado o naif, y en cualquier caso, estéril. Que aceptemos que “el mercado” es así y ya estaría. El Mercado, ese gigante inmaterial que como los hombres grises de Momo, por seguir con el universo Ende, se alimenta del tiempo de las personas, nuestro recurso último más querido, mientras nos engaña con campañas de estudiado marketing para que creamos, que eso tan importante, la vida, está a buen recaudo. Nos repiten, de paso, que nunca existieron los gigantes, y que por lo tanto nadie nunca pudo ganarlos. Y que bueno, de existir, quiénes somos nosotras para hacerles frente, seamos serios. Imaginar herramientas prácticas y dinámicas cercanas que neutralicen esta nuestra Nada es, sin embargo, nuestra mejor baza. Y el gigante lo sabe.

Siguiendo con otros mitos, muchas personas creen que las democracias y los sistemas de control y garantías nacionales e internacionales se autorregulan como lo hace “el mercado”. Otras, un poco más descreídas, comprendemos que la baraja que decide las partidas importantes que ahora mismo se juegan (energía, agua, alimentación y recursos) está más que nunca en las manos de los dueños del mayor gigante nunca visto: el capitalismo.

El año 2020 no debería ser, al menos no sólo, el año del covid, sino el año en el que el agua empezó a cotizar en bolsa. Los mercados de futuros juegan con la alimentación y la salud humana en un sistema de apuestas en el que gana siempre el mejor postor, la lógica del bussines as usual. Esto en realidad no es nuevo, millones sufren hambre en el mundo, sed, guerras, explotación. Pero estamos en un contexto en el que el pico de producción de energías fósiles como el petróleo hace ya unos años que fue superado. La tecnología es omnívora, nos dice el gigante, y picotea por prácticamente toda la tabla periódica. El problema es que los materiales críticos, esos que califica un organismo oficial europeo en función del riesgo en su suministro y la importancia de su papel en la economía, crecen exponencialmente: en 2010 eran 14, en 2020 ya fueron 30. El costo de su extracción también crece de la misma manera. Parece que le vemos las costuras al planeta.

La emergencia climática es la guinda de esta tormenta perfecta: el hiperdesarrollismo de las sociedades ricas industrializadas no sólo se ha basado en el expolio colonialista depredador de otros territorios con el que asegurar la invulnerabilidad del gigante, también es el responsable de un cambio climático a escala planetaria que se traduce en falta de agua e inseguridad alimentaria para nuevos millones de personas. Amén de desastres naturales o de la llamada sexta gran extinción.

Pareciera que estuviéramos avocadas a la gran derrota final de la humanidad frente a sí misma. Desconectar este dispositivo que es el sistema capitalista pinta entre difícil y muy difícil, pero, citando a otro gran personaje que nada tiene que ver con Ende: “no contaban con mi astucia”. Y no me cabe duda: necesitamos astucia e imaginación para salir de esta y posibilitar otras formas de relacionarnos entre nosotras y con el entorno. Lo queremos todo y ya no podemos seguir procrastineando. Que cada día sea un ejercicio práctico que nos siga haciendo caminar hacia la utopía, esa en la que al final vencemos a la Nada.

Desde la Economía Solidaria apostamos por seguir construyendo sociedades basadas en la equidad, el trabajo digno, la sostenibilidad ecológica, la cooperación, el compromiso con el entorno y el reparto justo de la riqueza. Necesitamos nuevos indicadores para un desarrollo a escala humana, que como el modelo energético ha de ser local y descentralizado. El próximo viernes 23 de septiembre el movimiento Fridays For Future y Alianza por el Clima llamamos a la movilización por una sistema energético democratizado y porque primero somos las personas, no los beneficios. Imaginemos los caminos que necesitamos recorrer, desbrocemos la Nada, sembremos esperanza siendo el cambio que queremos ver, o no nos quedarán muchas páginas por leer.

A mi al menos, ante este capítulo histórico, me hacen falta nuevas referencias.

June San Millán