Un virus o las personas, ¿quién salvará el planeta?

La rápida propagación del COVID-19 por todos los rincones del globo se debe exclusivamente a la acelerada globalización capitalista, huida hacia adelante que precisa de una frenética circulación de personas y mercancías, saqueo armado y tráfico de las escasas materias primas, descomunal consumo energético, contaminación y calentamiento global que hace de la Tierra un escenario cada vez más dantesco, a la que sumar una desbocada precarización laboral que impone el cortoplacismo financiero, germen de desigualdades que crecen exponencialmente al dictado de la algoritmocracia.

Por si fuera poco, expertos y expertas nos alertan de que la pérdida de funciones importantes de los ecosistemas y la biodiversidad incrementa la posibilidad de que enfermedades como el COVID-19 se propaguen rápidamente, y nos advierten que de seguir así, mutilando los ecosistemas, el riesgo de brotes más letales de virus será un hecho irremediable, que hasta podría sentenciar a muerte a toda la humanidad (sin contar con otras amenazas del cambio climático), vista la escasa capacidad sanitaria y de cuidados que disponemos, tal como dicta y gusta la economía financiera. Insisto que de esto nos avisan personas expertas, nada de “tertulianos” de esos que muestran sus conquistas sexuales mientras nos ocultan la realidad en plena conexión televisiva.

¿Nuestra extinción? Tal vez sea la solución para salvar el planeta de su mayor parásito, pero nos cabe otra: tomar conciencia de la situación en este contexto histórico, porque no es un catarro pasajero a olvidar, no. Quizás sea nuestro último cartucho. Hagamos de este confinamiento el momento de poner en su sitio nuestras contradicciones morales, nuestra forma de entender y defender la vida, de enriquecernos socialmente, de aprender de experiencias comunitarias como las de Rojava o Chiapas, de aprender de los apuntes de ecología social que nos dejó Murray Bookchin, de las aportaciones del ecofeminismo. Se trata de aprender a vivir en igualdad con nuestros semejantes, en equilibrio y armonía con el planeta del que somos invitadas e invitados, no sus amos.

Goio Gonzalez,

grupo de Comunicación de CGT/LKN-Nafarroa