Coronavirus: todo lo que nos jugamos

A nadie se nos escapa que asistimos a un escenario de enorme gravedad a nivel sanitario. Muchas personas están padeciendo a causa del Covid-19. En primer lugar las personas enfermas y las que han  muerto. También las que pierden a sus seres queridos en un contexto en el que ni siquiera el duelo se puede llevar a cabo de una forma digna. Quienes soportan el confinamiento, sobre todo la infancia. Por supuesto, quienes se ven en una situación de ERTE, quienes dejan de percibir su salario por trabajar en la economía sumergida a causa de no tener papeles, quienes viven en prisión, en un CIE, en una residencia de mayores,…

    Sabemos que esta crisis está generando una gran incertidumbre, incluso en las élites, dentro de las cuales estamos viendo improvisación y diferencias en las estrategias a seguir. Posiblemente todo cambie a partir de ahora, la clave está en qué sentido y en qué grado. En los primeros días del actual escenario los movimientos y organizaciones sociales y sindicales tuvimos que suspender abruptamente nuestra agenda, campañas y movilizaciones, abandonando forzadamente todas nuestras prioridades. No obstante, dentro del mundo del trabajo se dio la capacidad de responder de forma temprana ante las primeras agresiones pues la industria, cuando toda la ciudadanía era llamada a quedarse en casa, no contemplaba para nada la paralización de la actividad. El hecho de que en empresas como VW-Navarra o TRW se lograra el cierre resultó de gran importancia a la hora de ejercer un efecto contagio a otras fábricas en la defensa de la salud de las plantillas y del conjunto de la sociedad. Con el paso de los días, la evidencia se ha impuesto y el Gobierno ha decretado el cese de la actividad no esencial.

    De forma paralela, a nivel social, se comenzaron a generar alternativas discursivas y de acción como las redes de apoyo vecinal, la oposición al lavado de cara del ejército, las respuestas antirracistas, la exigencia de garantizar el derecho a la vivienda o las incipientes coordinaciones de colectivos para afrontar las previsibles amenazas sociales que se ciernen de una crisis económica inminente.

    Con esto queremos decir que cada decisión y cada toma de postura que vayamos tomando va a condicionar el escenario del día siguiente. Conocemos los riesgos: profundización del autoritarismo y el control social, paro y precariedad, desahucios, una política de fronteras aún más criminal, extensión de la xenofobia, aumento de las diferencias sociales, feminización de la pobreza, sometimiento a los mercados,… Por ello, debemos anteponer nuestras prioridades, venciendo el aturdimiento y haciendo valer alternativas: revalorización de lo público, necesidad de poner la vida y los cuidados en el centro, necesidad de redes humanas frente al individualismo y la desconfianza, reparto de los trabajos, redistribución de los recursos y freno a un modelo desarrollista insostenible que provoca una crisis (ecológica/económica/sanitaria/bélica…), detrás de otra.

    Por ello, es necesario salir de la burbuja en la que nos vienen encerrando. La gravedad del momento no justifica que ignoremos todo lo que está pasando en el mundo. El exceso de información focalizada en el coronavirus y la hiperconectividad digital a la que sucumbimos nos lleva directamente a la desinformación más absoluta. ¿Sabemos algo sobre cómo se agrava la situación en los campos de personas refugiadas?, ¿Qué pasó con las guerras, hambrunas, vulneraciones de derechos humanos,…? Todo ello, además de indolentes, nos hace vulnerables y manipulables.

    Terminaremos diciendo que no es posible ni deseable recuperar la normalidad pre-coronavirus. Si no somos capaces de generar una alternativa al discurso oficial, de tejer una respuesta postpandemia que dé una respuesta colectiva orientada hacia la justicia y que profundice en el igualitarismo y la libertad, obtendremos exactamente lo contrario: incremento de la desigualdad, autoritarismo y control social. Por tanto, debemos abandonar protagonismos estériles, priorizar objetivos y hacerlos “compartibles”.

Maura Rodrigo Alcalá

Secretaria General de CGT/LKN de Nafarroa