ANTE UN NUEVO 1 DE MAYO
Nos encontramos a las puertas de un nuevo primero de mayo. Desde hace unos años, bastantes ya, esta jornada, al menos en nuestro entorno más cercano, ha perdido su carácter de “jornada de pelea” para tornarse en una especie de romería sindical donde, tras la exposición de todo un crisol de colorida parafernalia corporativa, celebramos una jornada festiva.
No tenemos motivos para festejar absolutamente nada en una sociedad que, muy a nuestro pesar y en gran medida “gracias” a nosotras, es cruelmente desigual, precaria, insolidaria, dominada por el miedo a arriesgar nuestras mínimas cuotas de bienestar a pesar de que, con toda seguridad, acabarán por sernos arrebatadas…
No diremos que el primero de mayo tenga que caer en el olvido, ni mucho menos. Todas las cosas que seamos capaces de hacer, nos colocarán en mejor posición que la inacción, sin duda. Y el primero de mayo es una de estas cosas. Lo que sí debemos repensar es cómo volver a dotarlo de sentido político, de sentido de lucha; cómo volver a sustanciarlo de modo que sea mucho más que un día de encuentro entre compañeras; cómo hacer que este y todos los días, nos sirvan para tomar conciencia de lo absurdo y cruel del sistema que nos rige y lo más importante, cómo actuamos para limitar nuestro colaboracionismo -imprescindible para su fortalecimiento- y contagiamos a quienes no piensan como nosotras .
No es fácil porque ni el primero de mayo, ni el sindicalismo, ni ninguna de nosotras, podemos salirnos del capitalismo por mera voluntad. Sin embargo, tampoco podemos cejar en nuestro empeño de tratar de aprovechar cualquier resquicio, cualquier grieta para asomar la nariz y tomar aire. Tratar, con todo el compromiso que seamos capaces de volcar en esta tarea, de “ensancharla” hasta donde nos alcancen nuestras posibilidades. Para ello, el único camino real es el de la unión con diferentes y la implicación diaria. No existen fórmulas mágicas que nos permitan persuadir a quienes no piensan como nosotras, más allá del ejemplo en la acción que seamos capaces de desarrollar en nuestro día a día.
Que no vivimos tiempos militantes felices es obvio; que debemos de tratar de revertir esta situación también lo es. Mirando a nuestro alrededor podemos caer en la tentación de refugiarnos en nuestra propia individualidad y sus circunstancias. Grave error. Toca remangarse y trabajar colectivamente, sacándonos de encima todos los prejuicios que podamos tener (muchos), y el primero de mayo, bien pudiera ser un punto de inflexión en nuestra actuación. Si no, lo tendrá que ser el dos, el tres o el cuatro de mayo, da igual. Lo importante es tener claro que fuera de la unión con los diferentes y el trabajo militante diario, está la autocomplaciencia, el autoengaño y por supuesto, el fracaso garantizado. No sabemos si estaremos todavía a tiempo, pero sólo podremos ganar la batalla que libremos.
Juan Mari Arazuri
Secretaría de comunicación de CGT/LKN