Cosas que importan (III)

Extraído de: https://diario16.com/cosas-importan-iii/

En el año 2030 España tendrá diez millones de parados. Y serán
estructurales. No lo digo yo; es lo que se deduce del informe de
PriceWaterhouseCooper, que señala que el 30 % de los empleos españoles
pueden estar automatizados para ese año, para dentro de apenas 11 años.
Es decir, para entendernos; el conflicto entre taxistas y empleados de
UBER habrá desaparecido porque ni habrá taxistas ni empleados de UBER ya
que, en las grandes ciudades al menos, todos los coches serán
autónomos.

Según el informe de PWC, la automatización del empleo, es decir la
sustitución del trabajador por una máquina que desempeñará su labor,
tendrá tres fases hasta el año 2030. En la primera fase se perderá un 2 %
del empleo entre los hombres y un 4 % entre las mujeres. Es la fase que
se denomina “de los algoritmos”, y se centrará ante todo en trabajos de
ordenador automatizables y de análisis de datos, afectando
principalmente a los puestos de trabajo informáticos y relacionados con
el sector financiero. La segunda ola es la del “aumento”, es decir todo
aquello que prolonga o sustituye las actividades que solía realizar el
ser humano, como la conducción de vehículos o el transporte de
mercancías en almacenes. Así mismo se automatizarán según el informe
tareas repetitivas de comunicar e intercambiar información. Esta segunda
fase estallará a finales de la década del 2020 y será letal en cuanto
al empleo, con un 23 % de puestos de trabajo perdidos entre las mujeres y
un 16 % entre los hombres. La tercera fase se centrará en las labores
físicas y llevará a las cifras que ya hemos visto: el 30 % de los
empleos en España estarán automatizados. Estas olas afectarán a
prácticamente todos los sectores sociales; la segunda por ejemplo lo
hará al 10 % de universitarios y al 19 % de los que no tienen formación.
Afectará con especial virulencia a eso que ha venido en llamarse clase
media, desde la clase media baja a la clase media alta. Y lo que es
infinitamente peor y más grave; los empleos que queden sufrirán una
desregulación brutal, y como anticipa McKinsey, la mayoría de empresas
consultadas desvelan que utilizarán principalmente “freelances” y
trabajadores temporales. Hablando en plata: el mercado laboral que quede
tendrá condiciones propias de lo más duro del siglo XIX, con todo lo
que ello implica.

Aunque varían las cifras, desde los trabajos de Osborne y Frey que
hablan de un 47 % de los empleos automatizados, hasta la OCDE que rebaja
la cifra a un 14 %, lo que está meridianamente claro es que en apenas
unos años nuestra civilización, tal y como la conocemos, sufrirá un
terremoto brutal en cuanto a empleo y cuestiones y condiciones
laborales. Y decir que unos empleos serán sustituidos por otros nuevos
que surgirán no es más que un sarcasmo y una burla; los empleos
“creativos” a lo Richard Florida no pueden sustituir salvo en un ínfimo
porcentaje a todos aquellos que se van a perder en el sector terciario y
que no pueden ser traspasados, tal y como ocurrió con la revolución
agrícola y la industrial a otros sectores, lisa y llanamente porque no
hay otro sector al que traspasar el empleo perdido.

Todo esto pasará en un periodo de apenas quince años, tal vez menos. Y
urge anticipar una respuesta, sobre todo por parte de una izquierda que
debe dejar de mirarse el ombligo y anticipar una respuesta solidaria,
basada en el reparto del empleo, reducción de la jornada laboral y
mantenimiento del Estado de Bienestar, además de una renta básica, con
nuevas vías de financiación que deben provenir de los impuestos por
ejemplo a los robots y las empresas transnacionales. Es decir, urgen
estadistas que piensen más en la próxima generación que en la próxima
elección.