La Espiral (Hordago): La precariedad en los tiempos de Glovo

Extraído de: https://www.elsaltodiario.com/laespiral/precariedad-tiempos-glovo-mercado-laboral

Estos últimos meses se comienzan a ver por Iruñea repartidores de Glovo. Algunos de ellos van en bicicletas destartaladas, y otros en ciclomotores generalmente viejos. Parece imposible que a estos últimos les llegue para la gasolina, cobrando una tarifa en torno a los 3€ por envío, más bonificaciones… El modelo de negocio de Glovo se inscribe en lo que se viene a llamar “economía colaborativa”, una especie de eufemismo para nombrar una relación laboral que no se quiere considerar trabajo (ni sujetar a sus reglamentaciones). Una app gestiona la relación “colaborativa” entre alguien que desea un producto y alguien que se lo lleva a casa, o dicho de otro modo, una empresa te lleva a casa lo que quieras por medio de trabajadorxs que no contrata.

Glovo,
como tantas otras starts ups de la economía colaborativa, son la punta
de lanza de una transformación en el mundo laboral que nos cuesta llegar
a entender. Sus predecesores fueron otras formas de desregulación que
llevan décadas funcionando: la subcontratación, el trabajo temporal, la
variedad de falsos autónomos que han venido proliferando, etc. Sin
embargo, esta nueva vuelta de tuerca nos permite ver cómo se profundiza
algo que veíamos venir. El trabajo ya no es lo que era. Hace tiempo que
no lo es. 

Las personas que acceden ahora al mercado laboral no
han visto la degradación progresiva de las condiciones laborales (no
solo del salario) de las últimas décadas. No han participado de la vieja
concepción por la cual el trabajo, además de un salario, te dotaba de
un lugar en la sociedad. No han conocido la vinculación entre el trabajo
y el reconocimiento, o entre trabajo y dignidad. Tampoco han
participado del sueño del ascenso social por medio del trabajo (de la
“antigüedad”, del “trabaja duro y mejorarás”). Para ellas, el trabajo es
solamente ya un intercambio de tiempo y esfuerzo a cambio de unos
(pocos) euros. Un intercambio que dura un tiempo. Después vendrá otro,
diferente.

Aquí hemos de hacer una salvedad: quien tiene suerte,
formación, papeles, tiempo y colchón familiar para poder estudiar, sabe
leer convocatorias y tiene quien le informe puede aspirar al único
ámbito en donde el trabajo es todavía estable: el funcionariado. Sin
embargo, esto tampoco es lo que era: algunos ámbitos se han desregulado
completamente (como la universidad), otros se han ido privatizando y los
últimos han sufrido una tendencia fuerte de interinidad y amortización
de puestos. Cada vez hay menos plazas en el bote salvavidas (a no ser
que quieras ser policía, que te mete en otros problemas que no caben
aquí).

Decía un filósofo que no es posible describir Inglaterra si
nunca has salido de ella. Viajar y conocer otros territorios es la
única clave para describir el propio. O dicho de otro modo: si todo el
mundo fuera blanco, nada sería blanco, no existiría una palabra para
nombrarlo. Quien se enfrenta ahora al mercado laboral no tiene con qué
comparar. No ha visto ninguna degradación, y probablemente no vea
diferencias sustanciales entre las opciones que se le presentan. Tampoco
quienes hemos conocido mejores tiempos en lo laboral y en lo sindical
hemos sido capaces de ilustrar en la medida necesaria esta degradación,
pues las actitudes adaptativas y de renuncia (resilencia le llaman
ahora), han prevalecido en nuestra actuación. Quien se enfrenta ahora al
mercado laboral, más allá de poder constatar que su vida no transcurre
de forma satisfactoria, no sabe lo que es la precariedad. Esa palabra no
es suya. Posiblemente le suene tan ajena que no le diga nada sobre su
situación, y por tanto no le movilice. Quizás debamos repensar la
utilidad de un concepto que, lamentablemente, ha envejecido muy rápido.

Ya no hay precariedad.