Los peligros de la beatificación policial

La crisis de los atentados criminales contra la población civil de los pasados ​​días 17 y 18 de agosto está generando varias sacudidas en la sociedad catalana y española. Como cuando cae una piedra en un estanque, cada onda generada tiene un mismo origen pero está, al mismo tiempo, diferenciada de las otras. Hay, pues, que poner atención a los diversos movimientos que produce cada una.

Sin duda el más potente es el impacto emocional de los atentados, tan chocante y doloroso que crea el conocido efecto de shock social: durante un tiempo indeterminado se generaliza la confusión, la alteración de la vida normal y todo aquello que parecía tan consistente acaba siendo interiorizado que, de hecho, no lo era. Este impacto es el objetivo primario de todo ataque de este tipo pero, además, se convierte en una oportunidad para los gobiernos para facilitar la intensificación de objetivos políticos difíciles de implementar en un contexto de normalidad emocional. Como hemos visto, también es el momento aprovechado por la ultraderecha (organizada o la más soterrada e individual) para extender el racismo y su proyecto de odio interracial.

De todo esto se habla y se seguirá analizando y, en el caso concreto de la CGT, combatiendo de forma nítida y directa. Ahora bien, me gustaría comentar un aspecto que se ha estado desarrollando estos días y que me parece preocupante por lo que puede suponer en el futuro próximo. Me estoy refiriendo a la entronización, idealización y admiración que se está creando en torno al cuerpo de Mossos. Hace unos días podría hiperbolizar esta situación diciendo que sólo faltaría que se hicieran camisetas. Hoy no habría que exagerar, pues se están haciendo.

Lo primero que hay que tener claro de los cuerpos policiales es un hecho tan diferenciador que a veces pasa de puntillas: tienen el monopolio legal de la violencia. Un segundo punto es que, a pesar de la supuesta obediencia a los juzgados, su escala de mando tiene en los peldaños superiores a los responsables políticos de gobiernos, sea de forma directa o indirecta. Hay, por tanto, un riesgo inherente a su utilización como extensión de la iniciativa política del poder ejecutivo.

Ante la necesidad, o no, de la existencia de la policía hay un debate que no me parece focal en este punto. Todo el mundo tiene muy claro que, en caso de existir, su tarea debe ser permanentemente controlada y sujeta a una mirada crítica debido a los dos componentes mencionados anteriormente.

Si estos controles caen, o los avisos generados son despreciados por la población, se están creando las bases tanto para la impunidad policial como para su uso normalizado por parte de los gobiernos, como arma represiva contra la disidencia política o social. Parece que esto es lo que está pasando en estos momentos. Quisiera resaltar dos puntos.

El primero es la valoración de la tarea comunicativa y periodística en la que varios medios han gestionado la crisis. Como en toda situación atemorizante, hay una avalancha de informaciones, rumores y falsedades, todo mezclado y concentrado en pocos momentos. Es trabajo del periodismo saber separar el grano de la paja, contrastar las veracidades y relatar los hechos a medida que se producen con la máxima objetividad posible. Ya lo analizarán otras personas, pero la impresión general ha sido bastante lamentable. Difusión de rumores como hechos, competición para ver quién lo decía primero con el riesgo que supone en posteriores rectificaciones, sensacionalismo repugnante (fotos explícitas, perfiles de las parejas de detenidos, fotografías de curso escolar hace años), uso de la dinámica del Procés en editoriales manipuladores, obsesión por el clickbait … Todo esto mezclado con el hábil trabajo desde el perfil de redes sociales de los Mossos, y una cierta proyección de control de la situación desde las diversas ruedas de prensa, ha conseguido que la versión policial acabara siendo el referente de la información real, clara y contrastada. “¿Qué hacéis explicando esto, los mossos todavía no lo han dicho !!!“.

Si queda aceptada esta base para el futuro, Mossos como elemento de contraste de lo que es veraz y de lo que no, no sólo se reforzará el uso de las notas de prensa policial directamente de la bandeja de entrada del mail del periodista a la versión impresa, sino que volveremos varios años atrás donde socialmente no se cuestionaba ninguna versión oficial y era generalizado el ‘algo Habrá Hecho’ tanto peligroso. Estos Mossos tan veraces son los mismos que cambiaban reiteradamente de versión en el caso Quintana a medida que se desmontaban las anteriores, los mismos que requisaban grabaciones de la muerte de Juan Andrés Benítez hechas por vecinas, los que criminalizan decenas de militantes con la invención los montajes de los casos Pandora, los que golpearon a la gente concentrada en Plaza Catalunya para ‘sacar objetos peligrosos’, los de los casos probados de torturas y palizas en comisaría, los del informe de ofensiva contrainsurgente con los movimientos sociales del comisario Piqué … Cuidado.

El otro factor de riesgo que creo que se ha generado estos días es el efecto “reagrupamiento social entorno de referencias fuertes”. Como bien explica Naomi Klein en ‘la doctrina del shock’, un mecanismo de protección ante el vacío, la visión del precipicio, la desestabilización de los elementos de seguridad de la vida normal … es el reagrupamiento social ante actores ejemplarizantes o que ofrezcan una visión clara de alguien decidido llevando el timón: Esto puede ser un líder fuerte, unas políticas ‘sin complejos’ (ultraderechistas), la elevación a los altares del fenómenos del ‘local hero’ o elementos similares. A trazo grueso, durante los atentados del 11M fuerón los bomberos el elemento de orgullo en torno al cual tejer la recuperación del golpe moral recibido. Una vez asegurado esto, la retórica de guerra y desguace de derechos civiles iniciaron la fase de liderazgo fuerte que marca exactitud ante la incertidumbre de mucha gente que entendió que la vida puede terminar de la forma más repentina cualquier día.

Está claro que nuestros héroes locales en este episodio son los mossos d’esquadra.

Bomberos, servicios de protección o sanidad han quedado relegados a un lugar muy secundario. En el sindicato sí sabemos cómo se doblaron turnos, sabemos las condiciones en que llegaron los heridos a los hospitales, sabemos todas las vidas que se han salvado, pero, sin duda, las acciones policiales en los días posteriores (aborto de nuevo gran atentado en Cambrils, persecución de los fugados, etc) han sido el elemento claro de reagrupamiento de las incertidumbres de la sociedad catalana. En la superación del shock y búsqueda de elementos de referencia fuerte, se han sumado muchos factores pero me parece determinante la expeditiva forma de resolución matando a 6 de las personas implicadas, 5 de ellas cuando estaban a punto de actuar.

La gestión operativa policial objetiva tiene muchos claroscuros, pero eso es otro capítulo de la historia por sí solo. El sábado 26 de agosto se hará una manifestación en Barcelona y es bien previsible que será la oficialización de todo lo que se va viendo por redes sociales, declaraciones de políticos o medios de masas: los mossos como eje de orgullo sobre lo que se reconstituirá la nueva normalidad y al que seguirá, muy probablemente, varias medidas legislativas regresivas.

Esta es la amplitud de la onda que se ha creado en torno a la recuperación del shock. ¿Qué efectos producirá a medida que se expanda? No lo sabemos, pero lo podemos intuir. Los políticos sin duda ya son conscientes de este cambio de percepción social y creación de fuerte consenso, y con estas variables tendrán vía abierta para sacar adelante las políticas que consideren.

Han caído las murallas del control crítico policial por parte de la sociedad, se ha generado, en mi opinión, un nuevo paradigma y me hace sospechar que en breve veremos las consecuencias en forma de más impunidad y asunción de veracidad en las versiones policiales los hechos. Tenemos que trabajar lo antes posible para levantar los muros del espíritu crítico de la sociedad, ladrillo a ladrillo, como elemento de protección del poder y el uso que hace de los cuerpos armados.

 

Òscar Murciano, Secretari d’Acció Social de la CGT de Catalunya
22 d’agost de 2017