8 de marzo: un envite a la transformación social

Aproximándose el 8 de marzo, surgen los diferentes informes institucionales, sindicales, que vienen a adornar los días previos a tan referente fecha. Documentos cuyas tipografías aportan cifras y  porcentajes sobre el papel ó pantalla de plasma, que constatan año tras año el agravio comparativo que para la mujer supone pertenecer a esta sociedad del bienestar.

No es por casualidad, ciertamente, hablar de sociedad. No sirve echar balones fuera, no sirve culpabilizar en exclusiva al empresariado. Que la mujer, en este País de países tan Europeos, modernos y adelantados, en el camino de la segunda década del “futurista siglo XXI” continúe infravalorada no es de recibo. Es hora, y como siempre, vamos tarde, de abordar seriamente y con compromiso resolutivo, qué modelo de sociedad necesitamos, queremos, anhelamos. Porque en el contexto de estafa que esta sociedad mercantilista se ha encasillado,  en el que por defecto el conjunto de la ciudadanía ha sido necesariamente arrollada; donde se proclama el rol emprendedor, como el paradigma benigno en el desarrollo personal y desde el quimérico prisma de la igualdad: “todas las personas tienen la misma oportunidad a la hora de desarrollar un proyecto de vida”. Se constata el grave desequilibrio de género afianzado a través de los siglos en las distintas sociedades y del que aún hoy esta de la innovación, de la robótica, de la tecnología no es capaz de renegar.

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Esta discriminación social, enraizada y permitida desde las instituciones igualitarias de género, impulsoras de fraudulentos programas de igualdad, se afianza y enfatiza en el mundo laboral. En la Sociedad del futuro, a la mujer,  las empresas le siguen poniendo piedras en el camino en el acceso a puestos de responsabilidad, y quienes llegan lo hacen después de haber superado infinidad de obstáculos sexistas. La Navarra del futuro e igualitaria, lidera el afiche de comunidades con una importante brecha salarial; los salarios que las mujeres perciben por el mismo trabajo realizado es un 30% inferior al que percibe un varón, fracturando la máxima de: a igual trabajo igual salario.

En la conmemoración del día internacional de la mujer, quince años después de haber ingresado en el siglo XXI, se pone de manifiesto que la mujer es la gran damnificada en esta estafa capitalista. La temporalidad, en la moderna navarra, tiene un elevado protagonismo entre las mujeres, como lo tiene en la contratación de la jornada parcial. Pero entre los datos que son de dominio público destaca el sangrante sobre el trabajo no remunerado y el no declarado, donde la mujer lidera el ranking de la desigualdad y el atropello. El trabajo doméstico y atención a personas, feudo femenino por imperativo social, es donde más irregularidad laboral se da. El tradicional y masculinizado mercado laboral sumerge a la mujer en la segregación, estableciéndose roles laborales concretos y definidos que al mismo tiempo feminizan la precariedad y por supuesto, la pobreza, puesto que es un realidad palmaria que la precarización del empleo engulle en la penuria a quien la padece. Supeditada en su gran mayoría al miniempleo precario en la supervivencia diaria, la mujer se encuentra en estas circunstancias sin un espacio para el desarrollo personal. Lo que viene a certificar, en clave femenina, la esclavitud moderna de la igualitaria sociedad del futuro de la que somos partícipes.

Tiempos de cambio político auguran las encuestas tejidas desde los grupos de poder y acólitos. Vientos renovadores que se presuponen, falsamente, aireadores y oxigenadores de este espacio gris y contaminado por la sociedad del consumo por el consumo, de la especulación, de la pauperización del valor del trabajo y de la infravaloración del ser humano. Y sin embargo lo que realmente reclamamos es una transformación social, que obviamente se ha de asentar en nuevos pero conocidos valores. Alcanzar este objetivo es una tarea que no debemos delegar, no podemos confiarla. Supeditarnos al sufragio universal cuatrienal es sinónimo de abandono, de fracaso, y por tanto la conquista de un nuevo modelo social ha de ser diaria y se realiza desde cada persona, que de forma solidaria es capaz de condenar y rechazar las prácticas antisociales y laborales implantadas contra el género femenino y al hacerlo defiende, de facto, las propias.

La conmemoración del 8 de marzo, que con toda probabilidad la gran mayoría social desconoce su origen, tanto o más que el 1º de mayo, pues aquel régimen llamado del movimiento se encargó muy bien de ello, debe servir para impulsar ese mecanismo de sedición interior y contracultural que nos lleva a las personas a modificar aquello que no nos sirve, que nos daña; la violencia de género, la discriminación laboral de la mujer, la esclavitud por la supervivencia, son síntomas de una sociedad enferma que es necesario intervenir decisivamente. La primavera está a las puertas y el día de la mujer es un buen comienzo para la transformación social.

Joseba Santesteban

CGT-LKN Nafarroa