La alternativa global a todo este desbarajuste es la de un socialismo libertario, federalista, ecologista y feminista, que combine la socialización autogestionaria de las empresas estratégicas y los bienes comunes y la promoción de la empresa cooperativa, con el desarrollo de una trama económica de proximidad y la defensa de los intereses de la pequeña empresa local sostenible e innovadora.
No nos engañemos: la corrupción es un fenómeno sistémico en la débil democracia española. Sólo hay que ver que ni tan siquiera la Jefatura del Estado se elige democráticamente por los ciudadanos, sino que su supuesta legitimidad proviene del desempeño hereditario del cargo durante siglos por los antepasados del actual monarca. Estamos en un país donde la revolución burguesa nunca ocurrió y donde las supervivencias del Antiguo Régimen conviven con las nuevas tecnologías, el neoliberalismo y las estrategias de marketing de última generación. Un régimen capitalista con una fuerte impronta de las mecánicas fascistas de gestión, heredadas de un franquismo que pervivió como constelación de familias que ejercen el poder real en una democracia limitada y sin memoria.