Cuando aceptamos una rebaja en nuestros derechos y la precarización de nuestras condiciones laborales por puro miedo, creemos ponernos a salvo, pero nada más lejos de la realidad.
Cuando aceptamos aumentos de productividad, sometiendo nuestra actividad laboral diaria a condiciones de un deporte de riesgo, cuando aumentamos nuestra disponibilidad a costa de nuestra vida personal, familiar y social, reducimos nuestro salario o aceptamos dobles escalas salariales y renunciamos a todo tipo de derechos ganados por quienes nos precedieron en la empresa.
Cuando aceptamos todo esto, estamos reduciendo el valor de nuestro trabajo, el valor de las personas en el trabajo, y nos hacemos cada vez más débiles para combatir los futuros envites de Michelin, que nos exigirá cada vez mayores cotas de precariedad, haciéndonos cada vez más vulnerables a sus amenazas.
En todo esto como viene siendo habitual desde hace tiempo, la actuación de los sindicatos institucionales-patronales, los que salen en la prensa por cualquier nimiedad, además de sospechosa es deplorable.
Hace tanto tiempo que perdieron su identidad como sindicatos de clase, que no es de extrañar que hayan perdido la referencia de si están al lado de los trabajadores o en el contrario.
Les ciega su bienestar personal, que junto a las hipotecas adquiridas, no les permiten ser otra cosa que la correa de transmisión de Michelin, quien nos hace ver situaciones ficticias de riesgo para avanzar en la precarización de nuestras condiciones laborales, y ellos, colaboran sin pestañear.
Los resultados económicos de cada año, les delatan; ¿Cómo pueden hablar de crisis, dificultades, etc, cuando año tras año nos superamos en aportarles millonarios beneficios, de los que nosotros no recibimos más que incertidumbre y miedo?
Para concluir, afirmar que, solo cuando se pierde el miedo se está en condiciones de decidir libremente, pero esa es una decisión y responsabilidad que cada uno debe tomar y asumir.
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Salud, acierto y dignidad
En Vitoria-Gasteiz, a 9 de Marzo de 2016