Hay muchos hombres que piensan que los problemas vinculados a la desigualdad atávica de las mujeres, tanto en el terreno económico como en el social, están en vías de solución, pero la igualdad formal o legal no garantiza la igualdad real, así el 70% de las personas pobres existentes en el mudo, son mujeres.
La incorporación de las mujeres al mundo del trabajo, que en principio garantizaba la independencia económica y la posibilidad de la emancipación de la mujer, en la práctica no ha dado el resultado esperado.. En primer lugar porque el mundo del trabajo discrimina salarialmente y margina a las mujeres. Y en segundo lugar la lógica patriarcal se impone en los hogares, donde la mujer asume la mayor responsabilidad en los cuidados, por lo que la mujer está en muchos casos doblemente alienada y explotada.
El sistema de dominación alimenta a través de la educación y la propaganda, la creencia de que los hombres son superiores a las mujeres y que la desigualdad entre hombres y mujeres es natural, que ha existido siempre. La lógica capitalista de la competitividad, el dominio, la agresividad y el éxito, se han asociado a la masculinidad y se impone en todo tipo de organización social, partidos políticos o sindicatos, por muy de izquierdas que se consideren o nos consideremos.
Caminar hacia la igualdad supone un esfuerzo, puesto que no solo implica renunciar a los derechos adquiridos, sino también cuestionar los hábitos propios, la identidad, la imagen que tenemos de las mujeres.
Los hombres tenemos que concienciarnos, de que debemos compartir responsabilidades en el hogar, que ser hombre no impide ser dulce, sensible y cariñoso. Tenemos que aprender a reconocer el dolor y la angustia, a expresar sentimientos, a pedir ayuda, buscar poyo o consejo, pedir permiso para los contactos sexuales y aceptar negativas.
